Hna. Cándida López Colón

Jesús amado, gracias por llamarme, por amarme como soy … Nunca me abandonaste …
Y espero en la hora de mi muerte, cuando vengas a buscarme,
darte un gran abrazo eterno y decirte:
TE QUIERO, TU HAS SIDO, ERES Y SERÁS SIEMPRE LA RAZÓN DE MI VIDA. Amén.

(Manuscrito, 2015)

 

 

Queridas Hermanas:

Con la convicción profunda de que su anhelo se ha cumplido y que su alma ya está disfrutando de su Amado, damos gracias a Dios por el don de vida de nuestra Hermana,

Cándida López Colón

 

Nuestro Padre del cielo la llamó a su presencia el pasado día 25 de noviembre de 2023, vísperas de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, desde la Comunidad “Nuestra Señora de Fátima” de San Juan (Puerto Rico).

Hna. Cándida nació en San Juan (Puerto Rico), el 4 de septiembre de 1947, era hija de Marcelino y Concepción, de cuyo matrimonio nacieron seis hijos, siendo nuestra Hermana la quinta de ellos. Fue bautizada el 27 de febrero de 1949, en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Monserrate de su ciudad natal y confirmada años más tarde, en la Parroquia María Auxiliadora de la misma Diócesis.

Comenzó su postulantado en Orihuela en diciembre de 1967, donde también inició su noviciado el 1 de mayo de 1968 e hizo su profesión el 12 de octubre de 1969. Sus votos perpetuos los hizo el 25 de abril de 1976 en Santo Domingo, República Dominicana y las Bodas de Plata las celebró el 22 de octubre de 1994 en San Juan, Puerto Rico.

Hna. Cándida fue una mujer de fe, orante, muy consciente de sus propias limitaciones y de que no siempre hacía el bien que quería. Durante toda su vida religiosa tuvo claro que Dios la perseguía, para que ella le dejara ser el centro único de su vida y así tener la primacía en su corazón. Reconocía que Dios, en su Divina misericordia, la mantuvo perseverante en su amor hasta los últimos días de su enfermedad, que la fue purificando poco a poco, encaminándola a la meta de sus aspiraciones más hondas “ver a su Rey cara a cara”.

Mujer agraciada por Dios con múltiples talentos, ejerció su servicio a través de diversos apostolados: en la Formación, como Maestra de Postulantes y de Junioras; en la animación de comunidades, tanto a nivel local como siendo Vicaria Regional. Desarrolló su apostolado en República Dominicana (Santo Domingo: Colegio, Residencia de jóvenes y Noviciado), en Puerto Rico (Colegio, Hogar Carmelitano, Postulantado y Juniorado) y en Perú. También pasó parte de su vida en España (Madrid y Casa Madre), ejerciendo como vice-postuladora da la Causa de Hna. Arcángela durante ese tiempo. Cooperó, así mismo, en los trabajos previos a la redacción del libro de la Historia de la Congregación en Puerto Rico (inconclusa en este momento).

Tuvo mucho interés en trabajar por las vocaciones; muchas Hermanas son fruto de su gran esfuerzo en la Promoción Vocacional, pues se lanzó a esta tarea sin miedo y sin escatimar medio alguno. Para algunas hermanas siguió ejerciendo de directora espiritual y de madre, hasta los últimos días de su vida, a la vez que seguía manteniendo contacto cercano y de apoyo a las que salieron de la Congregación.

Mujer fraterna, amaba a la Congregación y a las hermanas, sobre todo las Mayores en cuya casa, en el Hogar Carmelitano de Puerto Rico, pasó los últimos 20 años de su vida. Supo descubrir su lugar para servir en esa vida entregada, silenciosa y de sacrificio. Fue muy devota de Madre Elisea y Hna. Arcángela.

Fue una religiosa de espíritu abierto a los signos de los tiempos, espontánea, enérgica, activa, alegre, con gran fortaleza de ánimo para enfrentar la vida. A pesar de que tenía un temperamento fuerte era muy sociable y estaba atenta a las necesidades de su entorno. Tenía el don de empatizar con las personas y procuró hacer felices a muchas familias de escasos recursos. Conocía a mucha gente y trataba de mantener contactos con todos; en la medida de lo posible se hacía presente, de alguna forma, en los acontecimientos de sus vidas.

Era una mujer de temple, dinámica, de espíritu indómito, de firmeza ante las dificultades, a la vez que sensible a los problemas y luchas de sus Hermanas, comprendiéndolas y acogiéndolas en su situación real. Tenía un carácter fuerte pero amable, sensible pero exigente, orante y contemplativa y se preocupaba por saber de las Hermanas sobre todo en el ámbito espiritual, aconsejándolas a no dejar de recurrir al sacramento de la reconciliación, que sanaba. Era amiga auténtica de sus amigas, fiel en la amistad, entusiasta.

Era alegre y siempre celebraba los momentos esenciales y especiales de la comunidad; atenta, cercana, trabajadora, detallista y servicial. De gran celo apostólico, fue una mujer emprendedora: abrió camino en muchas fundaciones en Puerto Rico y en Perú, sabía “estar” y “acompañar”, luchó incansablemente por saldar la deuda del Hogar Carmelitano y del Colegio de Puerto Rico, para que las más jóvenes no tuvieran que cargar con ello. Caritativa, generosa, entregada, sensible ante el necesitado, solidaria con los más pobres.

Mujer mariana, enamorada del Carmelo, siempre tenía el Rosario en sus manos y nuestra Madre la Virgen del Carmen le regaló gozar del privilegio sabatino, falleciendo en Sábado.  Estamos seguras de que la Santísima Virgen le habrá dado un abrazo muy grande y la habrá llevado a la intimidad con el Esposo de su alma: Jesús.

Que ella desde el cielo nos alcance la bendición de Dios a nuestro Carmelo y que su sufrimiento haya sido fecundo. Descansa en paz querida Hermana Cándida.