Hna. Amelia Bullejos García

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque,
al cabo de los años, Tú has desbordado mis deseos,
Dios desconcertante y fiel.
Ha sido un largo camino, … No los cambiaré por nada,
los celebraré con mis hermanos …
alabando tu nombre, Dios de mi historia.
El Señor es grande, se ha fijado en mi pequeñez …

(Orihuela: Casa Madre, 14.07.1996)

 Queridas Hermanas:

Con estas lindas y profundas palabras, sacadas del Recordatorio de sus Bodas de Oro, os comunicamos que el 7 de noviembre de 2018, desde la residencia  Madre Elisea de San Juan (Alicante), Dios Padre llamó a Su Morada Santa, a nuestra Hermana

Amelia Bullejos García

En religión: Corazón

Nacida en Granada, el 14 de septiembre de 1927, era hija de José y Carmen de cuyo matrimonio nacieron nueve hijos, siendo nuestra Hermana la septima de ellos.  Fue bautizada en la Basílica de Ntra. Sra. de las Angustias de Granada, su ciudad natal, el 27 del mismo mes de septiembre de 1927 y confirmada el 29 de mayo de 1937, en la parroquia de Sta. María Magdalena de la misma ciudad de Granada.

Comienza su postulantado en Granada, el 28 de junio del 1944 y su noviciado el 15 de abril de 1945 en Orihuela, donde también profesa el 16 de mayo de 1946 y hace sus votos perpetuos el 27 de septiembre de 1951; las Bodas de Plata las celebró en Elda (Alicante), el 16 de mayo de 1971 y las Bodas de Oro en Casa Madre, Orihuela (Alicante) el 14 de julio de 1996.

Como tenía titulación de corte y confección, gran parte de su vida estuvo dedicada a los alumnos en los colegios como profesora de labores; también estuvo al servicio de algunas de las diferentes comunidades por donde pasó, como Superiora Local. Ejerció su misión en Pedreguer (Alicante), Alicante, Socuéllamos (Ciudad Real), Guardamar (Alicante), Murcia, Piñatelli (Roma), Clínica Platón (Barcelona), Elda (Alicante), Granada, Madrid y Valencia.  Últimamente, ya jubilada en San Juan (Alicante),  donde mientras su salud se lo permitió se dedicó a ayudar en la costura y en los demás quehaceres diarios de la comunidad. Aquí permaneció desde abril del año 2006 hasta que Nuestro Buen Dios la llevó consigo.     

A través del testimonio de algunas Hermanas, familiares y empleados que la conocieron y convivieron con ella, podemos decir que nuestra Hermana fue una buena religiosa carmelita, muy educada, muy sensible y muy callada. Si sabia que iba a ofender, callaba.

  • Como era tan sensible, los sufrimientos en seguida causaban erupción por todo su cuerpo de tal manera que tenía que abandonar su misión hasta que se recuperara.
  • Era una persona muy fina y dócil; prudente, acogedora y cercana a todos.
  • Muy querida  en la comunidad. Era agradable hablar con ella pues recordaba muchas cosas de las hermanas que nos precedieron y de la Congregación, tenía muy buena memoria y sentido del humor y se preocupaba por todas.
  • Nunca se quejaba de la comida, todo estaba bueno para ella y daba continuamente las gracias. Participaba en las diferentes actividades con los residentes y le gustaba la gimnasia.
  • Tenia una memoria excelente de admirar.  Se acordaba con exactitud no solo de los nombres de las Hermanas y de los empleados, sino también de sus respectivos familiares que alguna vez le habían visitado o saludado.
  • Se preocupaba por las personas de su entorno, preguntando por ellas. Se interesaba mucho por las familias de las Hermanas, de las personas conocidas y de los empleados que la recuerdan con cariño;  conocía a todos por su nombre y se alegraba  cuando ellos les traían sus  hijos y nietos, y les  acogía con mucho cariño.
  • Era una persona orante. Al terminar de desayunar, lo primero que pedía era el rosario, lo rezaba todos los días varias veces, sola o acompañada. Le gustaba ir temprano a la capilla y siempre era de las primeras en llegar; últimamente, aunque tenía dificultad para oír y ver, sin embargo, no se dejaba ningún rezo. Buscaba con frecuencia al sacerdote para confesarse; en ese sentido, para la comunidad ha sido un testimonio a seguir.
  • Su sobrino, Roberto, venía con frecuencia a visitarla y ella disfrutaba de su compañía; él la ponía al día de las noticias de su  familia y le hacía comunicarse con sus hermanas y sobrinos; después ella a su vez, siempre informaba a la comunidad de los nuevos acontecimientos. Era muy comunicativa, buena profesora y amante de estar en casa.
  • Últimamente, enferma en San Juan, intentaba hacer todo lo que podía para aliviar a las Hermanas en sus trabajos. Jamás se quejaba, era muy agradable y mostraba mucho agradecimiento a todo lo que le hacían las Hermanas y el personal que cuidaban de ella.
  • En el hospital, fue un ejemplo de resignación, trasmitía paz, serenidad y espíritu de sacrificio, nunca se quejaba. Cada vez que le preguntabamos si necesitaba algo, siempre nos decía que no.

Demos gracias a Dios por el don de haber conocido tantas Hermanas que, como ella, nos dan ejemplo de una vida tan entregada y agradecida.

Sigamos  rezando las unas por las otras. Recibid un saludo de hermana en el Carmelo,