Madrid, 22 de Junio de 2012
“El más grande entre vosotros iguálese al más pequeño, y el que dirige al que sirve…
Pues yo estoy entre vosotros como quien sirve”.
(Cfr. Lc 22,27)
Queridas Hermanas:
Os comunicamos que en la madrugada del día 13 de este mes de Junio, desde la Comunidad de Tales, en Castellón, nos dejó para gozar en la presencia de Dios Padre, nuestra Hermana
ANA DE JESÚS MORENO AGUDO
Nació en Lopera (Jaén), el día 18 de Febrero de 1926. Hija de Leopoldo y de Ana María. Era la mayor de 6 hermanos. Fue bautizada en la Parroquia de la Purísima Concepción, de su pueblo natal, con el nombre de Enriqueta de la Purísima Concepción.
Antes de su ingreso en la Congregación (en el año 1949), su confesor (religioso carmelita), declaró que se la veía con vocación para la vida religiosa, y el párroco de Hinojosa del Duque, certificó que era “una persona de intachable conducta moral y religiosa, tanto pública como privada”.
Comenzó el postulantado el 2 de Enero de 1949, en Orihuela, iniciando el noviciado el 13 de Marzo de 1950, también en Orihuela. Emitió su primera profesión el 19 de Abril de 1951, y la perpetua el 12 de Septiembre de 1957, ambas en Orihuela. Las bodas de Oro las celebró el 21 de Noviembre del 2001, día de la Presentación de María al templo, en Tales, junto con la Hna. Anastasia Navarro López. La ceremonia fue oficiada por el sacerdote D. Leopoldo Rivero, sobrino de la Hna. Ana, que vino de Córdoba.
Su misión apostólica estuvo siempre relacionada con los enfermos y ancianos. Por dos veces, trabajó en la Clínica Platón de Barcelona, con los enfermos y en el quirófano. Estando aquí, cuenta una Hna., que se le acercó un protestante y le dijo: “¿Sabe Vd. que María, la madre de Jesús, tuvo 7 hijos?” .A lo que la Hna. Ana contesto: “¿Siete? ¡Qué va!, tiene muchísimos más. Todos somos hijos suyos”. Con esta contestación, demostró, además de tener una profunda e intensa fe, que sin grandes conocimientos teológicos, sabía defender muy bien, las verdades de nuestra fe. El protestante ya no volvió a molestarla más.
También estuvo en la Clínica “Perpetuo Socorro” de San Sebastián, atendiendo a los enfermos y en el Hospital de la Misericordia de Estremoz, en Portugal donde, además de atender la farmacia, realizó el servicio de superiora de la Comunidad. Antes de llegar a Tales, de donde fue llamada por el Padre, estuvo en Elda, atendiendo a los enfermos.
En su actividad apostólica siempre demostró una gran caridad, cercanía y comprensión, lo que le llevó a tener el aprecio, el agradecimiento y la amistad de muchas personas, que incluso en su enfermedad no dejaron de venir a verla.
Era una persona muy fervorosa, puntualísima en los actos comunitarios. Su amor a la Virgen era inmenso, no podía consentir que en la capilla no hubiera unas flores a sus pies. Cuando éstas faltaban, casi sin poder andar ya, iba a buscarlas.
Era muy buena religiosa, tenía un sentido de la obediencia excepcional. Jamás hacía nada si no se le daba permiso. A la que le cuidaba, le decía, “¿qué dice la superiora de esto?”, porque no quería desobedecer.
Jamás se le oyó criticar a nadie. Para ella todo el mundo era bondadoso y bueno. Siempre fue una mujer de paz, y así lo mostró en los momentos difíciles de dolor y limitación, especialmente cuando no podía asistir a la Eucaristía. No se quejaba del dolor, sólo decía: “¡Qué malita estoy!”.
Su pasión eran los sacerdotes. Ofreció todos sus dolores y sufrimientos por ellos, por su fidelidad y santidad. Cuando venían a esta Casa para dar Ejercicios Espirituales, cursillos o charlas, ella se encargaba de que su habitación siempre estuviera arreglada.
Le gustaba mucho el canto. El día anterior a su muerte, le pidió a la Hermana que la cuidaba le cantase el “Flos Carmeli”. Cuando terminó quiso oír, “En el atardecer de la vida, me examinarán del amor”. Fueron a buscarle una cinta que contenía ese canto y la escuchó con gran gozo.
Finalmente entregó su alma al Señor, llena de amor, que seguro le ha merecido alcanzar los bienes del cielo.