Hna. Ana Romero López

 

“Con AMOR eterno te he amado”
(De la celebración de sus Bodas de Oro
en Casa Madre , el 9 de Julio de 1995)

 

Queridas Hermanas:

Os comunicamos que el 28 de Mayo, desde la Comunidad de la Residencia “Madre Elisea” de San Juan, en Alicante, pasó a reunirse con el Padre, nuestra Hermana

ANA ROMERO LÓPEZ

Nació en Montillana (Granada), el día 20 de Agosto del año 1924. Hija de Marcelino y Ana. El matrimonio tuvo 8 hijos, siendo nuestra hermana la tercera. Cuatro de ellos se consagraron al Señor con una vocación especial: Hna. Avelina, religiosa de nuestra Congregación, Ana, consagrada en la Institución “Alianza a Jesús por María”, nuestra Hermana, y Juan, sacerdote diocesano, que ha ejercido su misión Pastoral en Perú. Fue bautizada en la parroquia de “Santa Ana” de su pueblo natal, el 23 de Agosto del mismo año, con el nombre de Encarnación y confirmada en la iglesia parroquial de “Santa María Magdalena” de Granada, el 24 de Marzo de 1944, por el Excmo. Sr. D. Manuel Hurtado, obispo auxiliar de la Diócesis.

En su casa tuvo una sólida formación cristiana, que supo testimoniar en su parroquia, hecho que refleja el párroco de “San Cecilio”, D. Jacinto Muñoz García, al hablar de ella, en carta fechada el 15 de Julio de 1944: “ Certifico: Que mi feligresa la Srta. Encarnación Romero López, hija legítima de Marcelino Romero López y Ana López Zarza no solo ha observado buena conducta social, moral y religiosa, sino que ha sido modelo de jóvenes de Acción Católica por su laboriosidad y piedad”. Como bien se ve, ya estaban en ella las dotes especiales, que bien podríamos decir, la caracterizaron también en su vida de religiosa en la Congregación.

Comienza su postulantado en el Sanatorio de la Purísima, en Granada, un 20 de Febrero de 1944. El noviciado lo inicia en Orihuela (Alicante) el 21 de Septiembre de 1944 y en el mismo lugar hace su primera profesión el 25 de Septiembre de 1945 y la Perpetua el 31 de Diciembre de 1950. Las Bodas de Plata y de Oro  también las celebraría en nuestra Casa Madre de Orihuela, las primeras un 18 de Septiembre de 1979, y las de Oro, el 9 de Julio de 1995. Conocida la decisión de la celebración de las Bodas de Oro, junto con otras hermanas en Casa Madre, durante la Novena de ese año, ella reflexionaba sobre el don de la consagración religiosa y escribía en una carta del 18 de Mayo de 1995 “…que es el mayor regalo de nuestra vida”.

Enfermera de profesión estuvo durante muchos años realizando también el servicio de superiora en la mayoría de las comunidades en las que estuvo.

Su primer destino fue Valencia, donde estudió Enfermería y donde estuvo más tiempo destinada. Después pasó a la Residencia de Caudete y luego a la de Socuéllamos. Más tarde la mandaron a Estremoz, en Portugal, y el siguiente destino fue la clínica Platón, en Barcelona. De allí pasó al Asilo de Aspe y posteriormente a la Residencia de S. Juan, en Alicante, donde se jubiló. A continuación fue destinada a Granada, donde ya jubilada, ayudaba en la parroquia, dejando una estela de cercanía y atención a todas las personas que, aún después de tanto tiempo, perdura. Ya enferma, volvió a la Residencia de San Juan, donde ha estado hasta el día que el Señor la ha llamado para vivir más intensamente con Él.

Le gustaban mucho los trabajos manuales y las labores, y aunque se sentía vocacionada para estar y trabajar con los enfermos, como ella misma decía, estaba “para lo que se presente”.

Mujer de una fina sensibilidad, no sólo para las cosas de Dios, sino para las necesidades de los demás, en especial de los enfermos, lo expresaba brevemente ella misma en una carta autógrafa del 6 de Octubre de 1994, donde escribía, tras conocer su traslado a Granada: “…sólo me cuesta el dejar el trabajo de estas personas mayores que tanto lo necesitantodo lo demás, el Señor sabrá lo que tiene que hacer, en Él confío”.

Sus Hermanas de la Residencia de San Juan, última comunidad donde estuvo, nos recuerdan su delicada atención por todos los actos de piedad: su “gran devoción a la Adoración al Santísimo Sacramento, al que cantaba y adoraba con toda su alma” también el rezo del rosario “que animaba a participar a hermanas y residentes”, el cómo se servía de Radio María para hacer los Ejercicios Espirituales, sus “largos ratos en la capilla”…Siempre estaba atenta a todo lo que se relacionaba con el Papa, “oraba e invitaba a la comunidad a que también lo hiciera por sus viajes e intenciones”.

Hasta el final de sus días siguió siendo una mujer generosa, responsable, desprendida, atenta, sin dar cabida a la crítica, esforzada y cariñosa “como una segunda mamá” que decía alguna de sus Hermanas de la Residencia de S. Juan. Incluso en su última época de hospital, “llamaba la atención porque pese a los dolores y molestias que padecía, seguía escuchando Radio María, rezando el rosario y las Vísperas, sin quejarse. Para ella todo estaba bien, la comida, los cuidados, la compañía…”

Termino con unas palabras que nuestra Hna. Ana contestó cuando se le preguntó por las “actividades a las que prefiere dedicarse”, que bien pueden sintetizar lo que fue su vida y, al mismo tiempo, ejemplo para todas nosotras, especialmente en este año de la Misericordia: “amar a Dios y a la Virgen para que, por medio de ellos, ame al hermano doliente”. Que desde el Cielo, donde seguro estará gozando con el Señor, nos ayude a vivirlo.