Hna. Ángeles Bolívar Herrera

Madrid, 20 de Junio de 2014

 

“Tú, que resucitaste a los muertos, dígnate dar la vida eterna a nuestros hermanos”
(Cfr. Preces del Ritual de Exequias)

 

Queridas Hermanas:

Os comunicamos que el 18 de Junio, desde la Comunidad de Casa Madre, en Orihuela (Alicante), cerró los ojos a este mundo, para despertar con el Padre, nuestra Hermana

ÁNGELES BOLIVAR HERRERA

Nació en Campotéjar (Granada) el 2 de Agosto de 1929. Hija de José y Ceferina. Fueron 6 hermanos, siendo ella la quinta. Fue bautizada en la parroquia de su pueblo natal con el nombre de Norberta, en el mismo mes de su nacimiento, y confirmada en Orihuela.

Ingresa como postulante el 16 de Marzo de 1957 y el 29 de Octubre de 1957, toma el hábito. Su primera profesión la hizo el 30 de Octubre de 1958, y la perpetua el 12 de Octubre de 1964, ambas realizadas en Orihuela. Las bodas de Plata las celebró en Alicante, el 14 de Abril de 1980.

Su vida giró, principalmente, en torno al cuidado de los enfermos y ancianos, aunque también estuvo un tiempo con seminaristas. Pasó por las comunidades de Vélez Málaga (Málaga), Caudete (Albacete), Hospital y Residencia de ancianos de Elda (Alicante), Seminario Diocesano de Orihuela (Alicante), Tales (Castellón), Casa de acogida de Granada y posteriormente de Murcia, y ya, más limitada por la enfermedad, pasó a la comunidad de Orihuela, Casa Madre, donde falleció.

Ella misma escribe alguna de sus impresiones cuando pasó por las comunidades de Vélez Málaga y Caudete: “Para mí tuvieron mucha influencia los años vividos en Vélez Málaga. Creo viví mi vida ajustada a la voluntad de Dios. Recuerdo aquel tiempo con gran cariño y alegría. Al llegar a Caudete sufrí una gran decepción, al ver a nuestras hermanas mayores, muchas de ellas muy santas, carentes de todo. A pesar de que comprendo que todo aquello era una permisión santificadora de Dios. Pero a mí me hizo un gran impacto”. También recordaba con gran cariño a la Hna. Regina, de la que escribía: “era tan trabajadora, a pesar de sus años, en el duro trabajo de la cocina y siempre sonriente y alegre

Persona entregada, cumplidora y responsable de su trabajo y sus actividades comunitarias, muy agradable tanto para las hermanas de la comunidad como para las personas con las que estaba o se relacionaba. Le encantaban las labores, sabía coser y bordar muy bien y, con bastante asiduidad, siempre tenía un trabajo de este tipo entre manos.

Cuando estuvo en Elda, no sólo los ancianos la querían mucho, sino que hasta los gitanos preguntaban por ella, porque se relacionaba muy bien con ellos interesándose por su situación personal y familiar. Además de su trabajo de veladora por las noches, no perdía oportunidad de ayudar a los ancianos en lo que necesitaran. Tenía una gran disponibilidad y le gustaba escuchar y estar atenta a las necesidades de los demás, siempre con frases que hacían denotar su cercanía para con las personas: “¡Con lo que yo te quiero!”, “¡Te quiero mucho!” o “¡cuánto te quiero!”.

En el Seminario Diocesano de Orihuela también dejó muy “buena estela”. Los muchachos la querían mucho (“la querían “a perder”, como han comentado algunos testimonios) y la buscaban por su servicialidad y su disponibilidad, la tenían como a una madre. Les hacía reír mucho, con esas salidas andaluzas que la caracterizaban y siempre tenía la gracia o el chiste adecuado para sacar una sonrisa. Ella también tenía muy buen recuerdo de su época en esta Casa, y ya pasados muchos años desde que salió de allí, todavía preguntaba: “¿Cómo están mis niños?”

A pesar de que su enfermedad avanzaba, antes de llegar a Casa Madre, seguía presentando detalles dignos de ser recordados, como lo demuestran algunos testimonios: “el tiempo que viví con ella a pesar de estar enferma tenía muy buena memoria y se daba cuenta de todas las cosas, era prudente y sabia callar como quien no se entera. Pasaba el día sentada en la sala. Siempre le gustaba estar haciendo alguna manualidad a pesar de tener las uñas tan enfermas. Yo destacaría la capacidad que tenía para llevar su enfermedad. En sus ratos conscientes ella sufría y nunca se quejaba ni exigía nada. Era humilde de las que pasan por esta vida sin hacer ruido, pero con una gran sencillez…siempre hay riquezas en cada una de las hermanas aunque su cabeza no funcione”.

Que su ejemplo, callado, entregado y disponible en los mil y un acontecimientos diarios nos ayude a saber ver la grandeza de lo pequeño y escondido.

Que Dios la tenga en su gloria y desde allí, interceda por toda la Congregación.

Un abrazo en el Carmelo,