Hna. Ángeles Rastrojo Coronado

 Madrid, 22 de junio de 2012

» Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos
y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, bendito seas,por haberte parecido esto bien»
(Cfr. Lc 10,21)

 

Queridas Hermanas:

         Os comunicamos que el día 12 de Junio del presente año, desde la Comunidad de Casa–Madre, Orihuela, nos dejó para encontrarse con el Padre, nuestra Hermana

Mª DE LOS ANGELES RASTROJO CORONADO

         Nació en Oliva de la Frontera (Badajoz), el día 12 de Abril de 1926. Hija de José y de Eduarda. Fue bautizada en la Parroquia de San Marcos Evangelista, de su pueblo natal, con el nombre de Mª de los Ángeles y confirmada en la misma parroquia, el 11 de Junio de 1927.

Inició su postulantado el 15 de Marzo de 1951, en el Seminario de Badajoz, y el noviciado el 15 de Agosto de 1953 en Orihuela. Emitió su primera profesión el 19 de Agosto de 1954 y la perpetua el 22 de Septiembre de 1960, celebrándose ambas en Orihuela. Las Bodas de Plata las celebró el 12 de Octubre de 1979, en Vélez Málaga.

Su trabajo apostólico se centró, principalmente, en la atención de enfermos, ancianos y futuros seminaristas. Estuvo destinada en las Comunidades de Cieza, Valencia, Madrid, Aspe, en el Seminario Menor de Orihuela- Alicante, Pedreguer, Veléz Málaga, Encebras y Fuente de Cantos. Ya jubilada y enferma, en el 2008, llegó a Tales, desde donde fue trasladada a Casa Madre en 2011, al empeorar su situación.

Era una persona muy detallista, no sólo con las Hermanas, sino con sus familias. Prudente, disponible, acogedora, cercana y sencilla.

En Vélez-Málaga se encargaba de los enfermos más dependientes y lo hacía con gran agrado y solicitud.

Fiel a los actos de comunidad, aún enferma, con mucha fuerza de voluntad, acudía a ellos.

En Fuente de Cantos, era muy querida por los vecinos, ya que iba a visitarlos y, si los encontraba por la calle, siempre tenía tiempo para ellos y sus inquietudes.

         En Casa-Madre, ya bastante deteriorada por su enfermedad, era consciente de que Dios la estaba llamando. Estaba preparada, y se fue apagando poco a poco, como una vela que se consume en amor y por amor al Señor de la Vida y de la Historia, al que sirvió. Murió, finalmente, en los brazos del Padre, como vivió, silenciosa y escondida…oyendo la voz del Amado que le decía: “Ven amada mía, esposa mía, hermana mía”.