“¡Bien, sierva buena y fiel!;
ya que has sido fiel en lo poco, voy a ponerte al frente de mucho.
Entra en el gozo de tu señor”.
(Mat 25, 21)
Queridas Hermanas:
Es inevitable creer que, en el momento de su llegada a las moradas eternas, el Señor le habrá dicho estas gratificantes palabras a nuestra querida Hermana
Vicenta Santos Oliva
En religión: Claudia
que nuestro Padre Dios quiso llevarse con Él, desde la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen” de Casa Madre (Orihuela), el día 2 de diciembre de 2019.
Nació en Los Corrales (Sevilla), el 9 de febrero de 1927, hija de Miguel y Ana, de cuyo matrimonio nacieron siete hijos, siendo nuestra Hermana la quinta de ellos. Fue bautizada el 9 de marzo del mismo año, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apostol de su ciudad natal, y confirmada en Orihuela, el 15 de enero de 1952.
Comenzó su postulantado en Valencia, el 13 de marzo del 1950; el noviciado lo inició el 3 de febrero de 1952, en Orihuela, donde también profesó el 12 de febrero de 1953; hizo sus votos perpetuos el 21 de septiembre de 1959 también en Orihuela.
Intentar hacer una breve semblanza de la personalidad humana y espiritual de nuestra Hna. Claudia produce, ante todo, satisfacción y acción de gracias al Señor por el don de su vida y de su vocación.
Hna. Claudia sin duda habrá alcanzado la “misericordia” prometida a los “misericordiosos” (Cf. Mt 5,7), porque el Señor cumple su palabra y esa ha sido la característica fundamental y fundante de su vida, en los años que ha transcurrido en su paso por la tierra. Una vida olvidada completamente de sí misma para “pasar haciendo el bien” de una manera oculta, humilde, arriesgada y dirigida muy en particular a aquellos a quienes la sociedad menos valora.
Resulta atrayente imaginar la motivación inicial que, en sus años de juventud, la llevaría a hacer la opción de consagrarse al Señor en la vida religiosa. Era el camino que Dios le presentaba para poder volcar sobre los demás la intensa carga de amor que Él mismo había depositado en su corazón. El Señor se valió de la comunidad de los Carmelitas de Osuna de Sevilla para guiarla a nuestra Congregación, después de un tiempo de prueba a la que le sometieron, creen se trata de una vocación cierta (Carta del Padre Fernando Mª Rodríguez, O.Carm, de 19-diciembre-1949).
Sus ansias misioneras, que nunca salieron de las fronteras de España, encontraron cauce para realizarse entre los más pobres de los pobres. El Señor hizo que su donación a los demás fuera un auténtico encaje de milagros, bajo la envoltura humilde y el carácter sencillo de la Hna. Claudia. Los pobres la querían porque se sabían sus predilectos y porque era amor lo que la movía, con una sensibilidad exquisita y poco común, llevada a la entrega total, sin reparar en obstáculos y sin tener en cuenta ni sus capacidades, ni sus fuerzas, ni siquiera su salud.
La culminación de esta vida entregada de Hna. Claudia tiene como cumplimiento otra promesa de Jesús: «Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.» (Mt 6,2-4).
El Señor Jesús, que la cuidaba de una manera entrañable, guió la última etapa de su vida con el mismo carácter de ocultamiento, permitiendo que entrara en una fase de quietud y de pérdida de facultades, mientras la iba preparando interiormente para el encuentro con Él, para hacer realidad el cumplimiento de la bienaventuranza a los que son fieles.
Durante su vida, jamás se ha echado para atrás ante las faenas a ella confiada; si había algo que no lo sabía, pronto lo aprendía por la buena fuerza de voluntad que tenía. Como una hormiguita, pasó haciendo el bien por las diferentes comunidades donde vivió: Valencia, Elda (Alicante), Paradas (Sevilla), Sax (Alicante), Cieza (Murcia), El Escorratel-Orihuela y Orihuela, Casa Madre, donde estuvo los años 1969 hasta 1985, para después regresar en 1988 hasta que Dios la llamó para sí.
Gracias Hna. Claudia por tu oculta y humilde existencia, que ha sido para nosotras, un testimonio de cuánto bien se puede hacer sin alardear nunca, pero confiando siempre en la Divina Providencia que lo guía todo. Descansa en paz.