Hna. Elisa Lorenzo Murillo

Santo y bueno es meditar la brevedad de vivir; más tampoco es de olvidar,
que hemos de resucitar para nunca más morir.”

(De sus apuntes 1-1-1984)

Queridas Hermanas:

Dando gracias a Dios por la larga vida, que el DUEÑO de la VIDA le regaló en esta tierra (más de ciento un años), le decimos “hasta el cielo” a nuestra querida Hermana

Anastasia Lorenzo Morillo
En religión: Elisa

Nuestro Padre Dios quiso llevársela con Él, desde la Comunidad “San Simón Stock” de San Juan de Alicante, el día 27 de julio de 2019, sábado, día dedicado a la Virgen nuestra Madre, a la que amaba y tenía gran devoción.

Nació en Pozoantiguo (Zamora), el 5 de enero de 1918. Era hija de Jesús y Avelina, de cuyo matrimonio nacieron seis hijos, siendo nuestra Hermana la quinta de ellos. Fue bautizada el 12 de enero del año 1918, en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de su pueblo natal, donde también fue confirmada el 15 de septiembre del año 1925.

Comenzó su postulantado en Orihuela, el 17 de enero del 1932, donde también inició su noviciado el 5 de abril de 1934. Profesó el 25 de abril de 1935 e hizo sus votos perpetuos el 29 de abril de 1946. Las Bodas de Plata las celebró el 25 de abril de 1960 en la Clínica Platón de Barcelona y las Bodas de Oro en Socuéllamos (Ciudad Real), el 25 de abril de 1985.

La hermana Elisa era más bien de temperamento fuerte, cumplidora del deber. observante y recta, con mucha disciplina y muy formal, pero a la vez tenía un gran sentido del humor; se distinguía por su prudencia y sensatez. Muy culta, aficionada a la lectura, lo que la mantenía al día en los acontecimientos tanto sociales como eclesiales. Abierta al diálogo, sabía ceder cuando, por cuasas justificadas, las familias de los residentes venían a visitarlos fuera del horario establecido. Era auténtica, trabajadora, respetuosa y a la vez encantadora, en el trato con quienes se relacionaba.

Nunca hacía las cosas a medias, ni permitía que otras lo hicieran. Adornada de una pedagogía innata, sabía enseñar para que todo se hiciera bien; por eso las empleadas le tenían gran aprecio y hasta hoy la recuerdan con cariño y gratitud. La Superiora General de entonces, M. R. M. Josefa Albert, escribe al padre de la Hermana el 21 de octubre de 1932 y le dice “Es muy obediente, humilde, prudente y trabajadora. No sufran Vds., que ella está siempre con mucha alegría y en sus oraciones les encomienda a Dios”

En 1950 cuando fue nombrada Superiora de la Comunidad del Sanatorio “18 de Julio” de Badajoz, manifestó a la Superiora General su “mayor deseo de ser relevada lo antes posible, porque mi espíritu está sufriendo y necesita vivir en plan de súbdita… pues son muchas las luchas que en mi interior sufro”. Pero cuando se lo pidieron como acto de obediencia, lo asumió hasta el año 1956.

Tuvo un gran sentido de pertenencia a la Congregación. Se preocupaba e interesaba por todos los acontecimientos: fundaciones, comunidades, obras apostólicas… En sus últimos años de vida, a pesar de su dificultad auditiva, preguntaba a las Hermanas de Comunidad y estas le escribían en una pizarra respondiendo a las dudas y preguntas que planteaba.

Acudía regularmente a los actos comunitarios, a pesar de sus limitaciones físicas debido a su avanzada edad: reuniones comunitarias, oración litúrgica y sobre todo la Santa Misa, a excepción de los dos últimos meses de su vida. Con todo, cada día esperaba con gran anhelo recibir la Santa Comunión.

El Señor le concedió en sus largos años de existencia, muy buena memoria y sensibilidad hacia todas las personas con las que se relacionaba. Siempre preguntaba por los miembros de la familia, tanto a las Hermanas como a los trabajadores, nombrándolos por sus nombres y sabiendo incluso cuántos años tenían y otros mil detalles. A las trabajadoras les gustaba llevarles sus hijos para que los conociese dado el cariño e interés que sentía Hna. Elisa por ellos.

Era una persona agradecida a Dios por la gracia de su vocación. “Mi vida religiosa, ha sido una gran misericordia del Señor. Ingresé a los 14 años y 12 días, llegando a Caudete el 17 de enero de 1932. Me considero la primera vocación llegada a la Congregación después de la muerte de nuestra M. Elisea”. Daba gracias a Dios por las Hermanas ejemplares con quienes había convivido y que le ayudaron mucho con sus buenos ejemplos: M. Sacramento Cardona (su maestra de novicias), Hna. Sagrario Gonzalez (su connovicia), Madre Mª de la Fe Fornés (su primera Superiora) y M. Josefa Albert a la que consideraba “una santaza”.

Con el espíritu de total entrega y abnegación que le caracterizaba, fue realizando su misión por las diferentes comunidades donde vivió: Barcelona, Clínica Platón, Badajoz, Santorio “18 de Julio”, Granada, Sanatorio de la Purísima, Caudete (Albacete), Socuéllamos (Ciudad Real), y desde el año 2002 hasta su partida al Cielo, en San Juan de Alicante.

¡Descansa en paz, buena hermana!, y tú que durante tu vida no admitías que fuerámos un antitestimonio, intercede ante Dios por nosotras para que seamos, como nos dice Jesús, “luz del mundo y sal de la tierra”.