Hna. Gloria Graciá Herrero

Madrid, 20 de enero de 2014


“Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
(Sal 22,6)

 

Queridas Hermanas:

Os comunicamos que el 16 de Enero, desde la Comunidad de Casa Madre, en Orihuela (Alicante), nos dejó para vivir eternamente en la presencia del Señor, nuestra Hermana

GLORIA GRACIÁ HERRERO

Nació en Caudete (Albacete) el día 25 de Agosto de 1929. Hija de Manuel y Josefa, matrimonio que tuvo 6 hijos, siendo nuestra Hermana la tercera. Fue bautizada en la Iglesia parroquial de Caudete, con el nombre de Consuelo, el día 26 de Agosto de 1929, y confirmada, el 10 de Septiembre de 1941 por el obispo de Badajoz, el Exmo. y Rvmo. Sr. D. José María Alcaraz Alenda, en la misma Iglesia parroquial de Santa Catalina, virgen y mártir, de su pueblo natal.

Inició su Postulantado en la Congregación el 13 Abril de 1953, en Orihuela, al igual que el Noviciado, que comenzó el 31 de Diciembre de 1953. Emitió su Primera Profesión el 4 de Enero de 1955 y la Perpetua el 22 de Septiembre de 1960, en la Iglesia de Casa Madre.

Casi toda su actividad apostólica giró en torno al mundo de la salud, especialmente de la ancianidad, aspecto por el que fue muy recordada y alabada, aunque ella misma escribía lo impotente que se sentía en sus primeros años de atención y cuidado de las personas mayores.

Estuvo destinada en Benavila (Portugal), Bad Reichenhall (Alemania), Hogar Carmelitano ( Puerto Rico), El Bonillo (Albacete-España), Caudete (Albacete-España), y ya en un proceso avanzado de su enfermedad, en nuestra Casa Madre de Orihuela (Alicante-España).

De su etapa de la residencia de ancianos en Alemania, se la recuerda de trato cercano y alegre, aspecto que ayudaba mucho para hacer la vida agradable tanto a los residentes como a las Hermanas de la Comunidad que allí estaban. De gran disponibilidad, se la percibía que estaba vocacionada para este servicio, tanto es así, que al tener que salir de allí, los ancianos lloraron sin consuelo… dejó una bonita estela, que como Jesús, estuvo caracterizada por haber pasado “haciendo el bien”.

En Puerto Rico, donde hizo sus Bodas de Plata en el año 1980, a pesar del tiempo trascurrido desde que salió de allí, todavía la recuerdan con gran cariño. Uno de los testimonios recibidos destaca que “desde el primer momento se integró a nuestra realidad con alegría, entusiasmo y entrega. Trabajó en el cuidado de los residentes del Hogar Carmelitano, donde dio testimonio de entrega, sacrificio y generosidad. También animó y coordinó la Pastoral del Hogar compartiendo sus dones, especialmente su alegría y entusiasmo”. Otro comenta: “desde que llegó a esta institución (se refiere al Hogar Carmelitano), comenzó a repartir servicio y cariño a los envejecientes y empleados. Ella no sólo se limitaba al piso que tenía asignado, sino que conocía a todos los residentes. Era muy vivaracha, alegre, espontánea, y sobre todo servicial”. También destacan de ella su atención a todos los empleados, “preguntaba a uno cómo estaba y si podía ayudaba en lo que fuera, dándonos un consejo y nos apoyaba mucho, siempre tenía una palabra de consuelo”.

De Puerto Rico vino a España y fue destinada al Bonillo, donde estuvo atendiendo a los ancianos hasta que en el 2004 tuvo que ser intervenida de cáncer. A partir de aquí, su salud comenzó a debilitarse, complicándose con un episodio cardiaco en el 2006. Trasladada a Caudete, se le diagnosticó la enfermedad de Alzeimer y poco a poco fue deteriorándose. Consciente de todo lo que podía sucederle, fue desprendiéndose de ella misma y de todas sus cosas, porque sabía que cada vez iba a estar peor y al final, no iba a darse cuenta de nada. En este proceso, las Hermanas de esa comunidad recuerdan emocionadas una Visita Fraterna en Febrero del 2010, donde dio un testimonio que nadie olvidó: “Yo estoy consciente de mi situación de enfermedad, puedo aportar poco pero en estos momentos me encuentro abierta a lo que el Señor quiere de mí, oro y solo puedo decirle, “aquí me tienes para hacer tu voluntad”. En muchos momentos no sé dónde estoy, pero tengo la plena seguridad que el Señor me quiere y sostiene mi vida. Este es mi aporte a la Congregación y a la comunidad, aceptar con alegría lo que me está ocurriendo y perdonarme si en algún momento no me expreso bien, por mi gran dificultad para hablar”.

Que el Señor, al que tanto quiso y al que tanto se dio en la última etapa de su vida, la haya cogido en su seno para darle el descanso eterno, y desde allí interceda por todas y cada una de nosotras.

Unidas en el seguimiento desde el Carmelo