Hna. Mª Francisca Osa García

… Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos,
y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres …

(Jn 8:32)

Queridas Hermanas:

Seguras de que estas alentadoras y profundas palabras de Jesús, con sus propios oídos, ya las oyó nuestra Hermana

Francisca Osa García
(Lorenza)

que Nuestra Madre Santísima en su día de sábado, el 19 de enero de 2019, quiso llevarla con Ella a la Casa de Dios Padre, desde la Comunidad “Ntra. Sra. de la Providencia”, en Tales (Castellón).

Nacida en Socuéllamos (Ciudad Real), el 20 de febrero de 1922, era hija de Lorenzo y Francisca de cuyo matrimonio nacieron ocho hijos, siendo nuestra Hermana la última de ellos.  Fue bautizada el 21 de febrero de 1922 en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción de su pueblo natal, donde también fue confirmada el 1 de diciembre de 1929.

Comienza su postulantado en Valencia, el 9 de abril del 1947 y su noviciado el 17 de noviembre de 1947 en Orihuela, donde también profesa el 5 de enero de 1949 y hace sus votos perpetuos el 27 de septiembre de 1954; las Bodas de Plata las celebró en Barcelona el año de 1974.

Enfermera titulada, gran parte de su vida estuvo dedicada a los enfermos, aunque también atendió en algún período a los ancianos. Estuvo al servicio de algunas de las diferentes comunidades por donde pasó, como Superiora Local. Ejerció su misión en Granada, Valencia, Elche (Alicante),Tarrasa (Barcelona), Socuéllamos (Ciudad Real), Madrid, Alicante, Badajoz, Orihuela (Alicante), Nápoles (Italia) y Tales (Castellón). Últimamente, ya jubilada en Tales (Castellón), mientras su salud se lo permitió, siguió ejerciendo de enfermera y se dedicó a ayudar en la atención a las Hermanas mayores de la comunidad. Aquí permaneció desde el 12 de abril del año 1998 hasta que Nuestro Buen Dios se la llevó consigo.

Las muchas hermanas y empleados que la conocieron o que convivieron con ella la definen como una “persona veraz, sin doblez, no tenía escondrijos, y estaba  llena de amor y dulzura”. En su persona se compaginaba muy bien la tenacidad con la bondad y ternura. Para muchos:

  • Era una buena religiosa carmelita, que tenía el empeño de vivir en la verdad, la verdad que el Señor le pedía. Si quedaba en mal lugar, le daba igual, pero la verdad estaba por encima de todo, quedara bien o prejudicada.
  • Era una persona orante; muy fiel e intensa en sus momentos de estar con el Señor; cuidaba con esmero el silencio y su tiempo de oración, de intimidad con el Señor. A las cinco de la mañana, ya aparecía con su carrito en la Capilla. Por las tardes, también era de las primeras en acudir a la Capilla para presentar al Señor el día que le había regalado, para darle gracias al final de la jornada por todo lo que Él había recibido. 
  • Era muy sensible, atenta, agradable, amable, generosa, simpática y cariñosa con todas; era muy paciente y tenía mucha capacidad para escuchar.
  • Una enfermera muy buena, se desbordaba en atención y cariño no sólo con los enfermos, sino también con los familiares de éstos y todo el personal de la clínica. Vivía y servía con alegría, desinteresada e incansablemente.
  • Persona muy educada, fina y dócil; prudente, acogedora y cercana a todos; dulce y gentil con los enfermos.
  • Muy apreciada y querida  por el personal de la clínica. Era agradable hablar con ella pues siempre tenía palabras de aliento y amor para los que se relacionaban con ella.
  • Su manera de tratar a los enfermos, les hacían sentir su dulzura.
  • Era comunicativa y le gustaba mucho la compañía de las Hermanas, con las que se relacionaba y a las que mostraba su agradecimiento.
  • Buena tutora para con los novatos, aunque muchas veces exigente, porque quería que ejercieran su vocación-misión con las personas enfermas a la perfección y no a medias.
  • Siendo superiora, trataba con responsabilidad y rectitud de ser fiel a su misión, llevando a cabo las exigencias personales y comunitarias.
  • Cuando ya su salud se deterioró notablemente, era todo un ejemplo de superación y de resignación; quienes convivieron con ella y conocieron su fuerte carácter, pudieron apreciar cómo cambió y se notaba la tranformación que Dios obró en su vida: trasmitía paz, paciencia, serenidad y espíritu de sacrificio ¡Bendito sea Dios que me permite participar de los sufrimientos de Su Divino Hijo!, solía decir.
  • De convicciones profundas, no vacilaba; era noble, leal, consecuente con su vocación y no regateaba nada al Señor.
  • Ha sufrido mucho en su última enfermedad, sobre todo por la mala circulación que le producía llagas. Reconocía y compartía, que últimamente se hacía muy duro y dificultoso hacer la Voluntad de su Señor, pero hasta el último momento de su vida fue fiel a este acto de entrega e inmolación.  

Demos gracias a Dios por el don de haber conocido tantas Hermanas que, como ella, nos dan ejemplo de una vida tan entregada y agradecida.

Sigamos  rezando las unas por las otras. Recibid un saludo de hermana en el Carmelo,