Hna. Mª. José Parreño Rameta

Madrid, 14 de Junio de 2014

 

“Mucho me alegro que trabajéis en provecho espiritual y por el bien
de esos niños que el Señor tanto ama”
(Madre Elisea, carta 42)

 

Queridas Hermanas:

Os comunicamos que el 30 de Mayo, desde la Comunidad de la Residencia de San Juan, en Alicante, pasó a estar junto al Padre, nuestra Hermana

Mª JOSÉ PARREÑO RAMETA

Nació en Alicante el 23 de Enero de 1928. Hija de José María y Nieves. Eran tres hermanos, uno de ellos sacerdote. Fue bautizada en la parroquia de Ntra. Señora de Gracia en Alicante, en el mismo mes de su nacimiento, con el nombre de Mª Dolores Alfonsa y confirmada en Madrid, en el año 1933, en la parroquia del Buen Suceso.

Ingresa como postulante el 15 de Agosto de 1953 y el 28 de Marzo de 1954, toma el hábito. Su primera profesión la hizo el 14 de Abril de 1955, y la perpetua el 22 de Septiembre de 1960, ambas realizadas en Orihuela. Las bodas de Plata las hizo en Alicante, el 14 de Abril de 1980.

Maestra de Primera Enseñanza desde el año 1949, después de su profesión, fue destinada a los colegios de Alicante, Valencia, Socuéllamos (Ciudad Real) y Orihuela (Alicante) en los que, además de ejercer la docencia, realizó una excelente labor apostólica, desempeñando al mismo tiempo los cargos de directora y superiora de la comunidad, según las necesidades. Durante varios años prestó también el servicio de Delegada de Enseñanza en nuestra Congregación.

En los años comprendidos entre 1998 y 2003, fue secretaria del Sr. Obispo Auxiliar de la Diócesis de Orihuela-Alicante, D. Jesús García Burillo (actualmente Obispo de Ávila), por cuyo motivo formó parte de la comunidad de la Casa Sacerdotal, en la que permaneció hasta su traslado a la Residencia de San Juan de Alicante, por motivos de salud, donde permaneció hasta su muerte.

Quien la conoció, comenta que era una mujer de acción, muy emprendedora, de carácter fuerte, a la que no siempre le salían las cosas como quería, y ella misma lo explica en una carta manuscrita: “hay que ir asumiendo que me hago mayor y desgraciadamente aumenta la edad pero no la santidad”. Sin embargo, su disponibilidad para el querer del Señor a través de sus superiores, se ve clara en otra de sus frases: “conmigo actuar con entera libertad, para mí vuestras indicaciones siempre expresan la voluntad de Dios”.

En su última etapa vivida, ya enferma, postrada en cama o sentada en una silla de ruedas en la Residencia de San Juan, después de haber vivido con tanta intensidad y habiendo gozado de tanta salud, le supuso, según algunos testimonios, un gran dolor, muchas veces “dolor callado, asumido con resignación cristiana”. A pesar de ello, según decía alguna de las Hermanas que estuvo con ella, “nunca se quejaba de la comida, ni supe lo que más le gustaba, ni menos. Te lo agradecía con una sonrisa. No quería faltar nunca a los rezos”. Disfrutaba mucho de las visitas de familiares, amigos y hermanas, muy especialmente la de su hermano José María”.

Otros testimonios nos muestran algunos detalles de su última etapa: “Ha sido un ejemplo vivo de Jesús: llevando años en silla de ruedas y no oírle ni una sola queja” “En el salón estaba atenta por si alguna de las inválidas pedía algo y nos llamaba para que le ayudásemos” “La echamos mucho de menos, esa sonrisa perenne que tenía, era eco de la transparencia de su alma”.

Como Epitafio, en su funeral, una profesora que la conoció y trabajó con ella, nos da otras pinceladas desde la perspectiva de su etapa educativa: “Qué más quisiera yo que haber recibido los dones que el Señor le dio o parecerme a ella; pero mi generación aprendió a su lado a amar el Colegio, un lugar abierto donde las hermanas, muy próximas en el trato, hacían gala de su generosidad”. “Su temperamento era fuerte…pero ya se encargaba ella de encontrar el momento de romper la distancia del desencuentro con atenciones y caricias, porque era una mujer de gran corazón…” “Nunca alardeaba de sus logros, que fueron muchos, pues allí donde estuvo dio lo mejor de sí misma”. “Era una de las personas que el Señor pone en el camino para multiplicar los talentos que de Él hemos recibido”.

Termino esta necrológica con una de las últimas frases de esta profesora que me hacen pensar en el bien que podemos hacer a lo largo de nuestra vida: “La distancia no ha sido capaz de arrebatarme el sentimiento que durante tantos años nos unió, y que el discurrir del tiempo no ha frenado la admiración y gratitud que siento hacia esta carmelita ejemplar, que tanto bien hizo en su paso terrenal”.

Que nuestra hermana Mª José descanse en paz y desde el cielo interceda por nosotras.

Un abrazo fraternal en el Carmelo en este día de fiesta de S. Eliseo, recogiendo unas frases de la oración de Laudes, como petición para todas nosotras: “Señor Dios, dígnate por tu bondad hacer nacer en nosotros los dones del Espíritu Santo, a fin de que, imbuidos del carisma profético, podamos ser testigos ante el mundo de tu presencia providente”.