Hna. Maravillas Aragón Aragón

 Madrid, 1 de Abril de 2012

                                                                         

  “Yo soy la luz del mundo; el que me sigues no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12)

                                                                                                                                                                               

Queridas Hermanas:

            El día 30 de Marzo de 2012 en Casa Madre, Orihuela (Alicante), fallecía, de madrugada, nuestra querida Hermana

MARAVILLAS ARAGÓN ARAGÓN

            Nació en Almuñécar (Granada) el día 2 de Septiembre de 1929. Hija de José y Filomena, era la quinta de nueve hijos que tuvo el matrimonio. Recibió el sacramento del Bautismo el día 11 de Diciembre de 1929 en la parroquia de la Encarnación de Almuñécar, Diócesis de Granada, con el nombre de Filomena. Fue confirmada por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Granada, Dr. Don Balbino Santos Olivera, en “Santa Pastoral Visita”, en la misma parroquia, el 17 de Febrero de 1952.

            Ingresó en la Congregación el 2 de Octubre de 1952 en Granada. Comenzó el Noviciado el 31 de Diciembre de 1953 en Orihuela. El día 4 de Enero de 1955 hizo su Profesión Temporal también en Orihuela, y en el mismo lugar, el 12 de Septiembre de 1961 emitió los Votos Perpetuos. Sus Bodas de Plata, las celebró en Estremoz (Portugal).

            Comenzó su labor apostólica cuidando a los ancianos en el Asilo de Estremoz, donde estuvo cinco años. Después fue destinada a trabajar con enfermos en una clínica situada en Tolosa (San Sebastián), en la que sólo estuvo un año, pasando  de nuevo, a la misma ciudad lusitana, con los ancianos del Asilo a los que atendió durante diez años. En 1970 pasa al Sanatorio de Monserrate en Orihuela (Alicante), donde trabaja con los enfermos y también en la cocina. De allí pasará a Barcelona, a la Clínica Platón, y de nuevo, en 1974 viajará a Estremoz para quedarse durante más de 20 años. Posteriormente fue destinada a Benavila y má tarde a Aguada de Cima (Portugal), donde cambió su actividad prioritariamente de atención sanitaria, por el trabajo parroquial.

          Tras pasar varios meses tanto en Estremoz, donde volvió después de Aguada, como en la casa de Granada-Acogida, fue trasladada a la comunidad de Hermanas que vive y trabaja en la Casa Sacerdotal de Alicante. Allí se dedicó incansablemente a los sacerdotes mayores o de delicada salud que estaban en la enfermería del primer piso, y también ayudaba en las tareas generales de la Casa. Después de tres años, volvió a Granada, para colaborar, entre otras actividades, en la parroquia de S. Emilio en aquella ciudad durante seis años. Allí la recuerdan por su trabajo y responsabilidad en la parroquia, por su hacer callado en las cosas pequeñas, sabiendo ser una buena Hermana que animaba la Comunidad con su chispa andaluza.

          Finalmente, ya enferma, fue trasladada a Orihuela, a Casa Madre, donde estuvo hasta el momento de su paso al Señor de la Vida que tanto amaba.

         De su larga actividad apostólica, de casi toda una vida, en el campo sanitario y con ancianos, en el vecino país luso, las Hermanas que la conocieron pueden decir, que  los casi 40 años que estuvo en Portugal, y más en concreto los que vivió en Estremoz, dejaron la huella imborrable de su infatigable entrega a los enfermos del “Hospital de la Misericordia”, dedicada día y noche a atender a aquellos que más lo necesitaban. Aún hoy, a pesar de los años de ausencia, el pueblo, las gentes de la ciudad y la de las pequeñas aldeas, guardan en su memoria.

         De carácter enérgico y decidido, Dios la dotó de excelentes cualidades y de gran habilidad para afrontar las difíciles circunstancias en las que había que atender a los más necesitados de aquel lugar y sus alrededores. Sin haber podido capacitarse con largos estudios teóricos de enfermería, su “título” se lo dio la vida, su voluntad, su empeño, su experiencia… Mujer trabajadora y responsable, sabía hacer lo que era necesario en cada momento, con gran facilidad, soltura y ligereza.

         Cumplidora de sus deberes religiosos, tuvo también gran celo por los sacerdotes y dedicaba mucho tiempo a los trabajos de sacristana, incluso fabricaba en casa, con un rudimentario instrumento, las “formas” de pan sin levadura que luego servirían para ser Hostias consagradas en la Eucaristía.

Amiga de todos, supo hacerse a todos por igual, con la naturalidad de quien sabe que vive para dar sentido a su vida en el servicio a los hermanos.

            Alguna de las Hermanas que convivieron con ella en estos últimos años, destacan su disponibilidad, a pesar de las limitaciones que tenía por su enfermedad. La consideraban una persona paciente, con gran aceptación de su estado de salud, a veces nada fácil de llevar. Solía dar buenos consejos a todo el que se le acercaba, y habitualmente quitaba importancia a los problemas que surgían en la convivencia diaria.

            Estamos, Señor, seguras de que la habrás tomado de la mano y le habrás dicho “Ven esposa amada, recibe la corona que tu Dios te ha preparado desde toda la ETERNIDAD”