Hna. Providencia Dávila Burgos

Ven Esposa de Cristo y recibe la corona que te tenía preparada desde toda la eternidad”.

Queridas Hermanas:

Confiando que ya estará gozando de la corona merecida, de la herencia incorruptible a ella reservada, decimos “hasta el Cielo” a nuestra Hermana,

Luz Delia Dávila Burgos
En religión: Providencia

que nuestro Padre Dios quiso llevarse con Él, desde la Comunidad “Ntra. Sra. de Fátima” del Hogar Carmelitano en San Juan (Puerto Rico), el día 27 de agosto de 2019, Fiesta de Santa Mónica.

Nació en Naguabo (Puerto Rico), el 6 de octubre de 1931, y es hija única del matrimonio formado por Adolfo y Felicita. Fue bautizada el 26 de septiembre del año 1932, en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario de su pueblo natal, donde también fue confirmada el mes de mayo del año 1935.

Comenzó su postulantado en la “Clínica Juliá” de Hato Rey (Puerto Rico), el 20 de marzo del 1953. El noviciado lo inició el 12 de septiembre de 1954 en Orihuela, donde también profesó el 29 de septiembrede 1955. Sus votos perpetuos los hizo el 16 de julio de 1960 en Santurce (Puerto Rico). Las Bodas de Plata las celebró el 20 de septiembre de 1980 en Orocovis (Misión Noell), y las Bodas de Oro en Rio Piedras (Puerto Rico), el día 19 de noviembre del año 2005.

Las muchas hermanas que la conocieron y que convivieron con ella, la definen como un alma bondadosa por naturaleza, muy educada (nunca levantaba la voz); derrochaba finura y delicadeza en sus relaciones con el prójimo, poseía el don de la escucha y era muy acogedora.

Toda su vida estuvo llena de silencio, humildad, obediencia, fraternidad, contemplación y muchos son los testimonios de buenos ejemplos que esparció durante toda su vida. Su obediencia fue generosa y responsable estando disponible allí donde la necesitaran.

Mujer sabia y prudente, dialogaba con apertura y paciencia, muy humana, tenía el don del discernimiento y exponía su opinión con respeto.

Virgen prudente, nunca se exaltaba o molestaba, cogía las cosas con calma y espíritu de fe; una fe inquebrantable probada y aquilata a fuego por algunas circunstancias socio políticas que le tocó vivir en algunos lugares, así como las internas comunitarias, normales en el diario vivir. Se hacía querer y respetar aún por personas conflictivas.

Tenía una caridad muy grande y una paciencia infinita con los enfermos y necesitados; aunque le preguntaran la misma cosa mil veces, mil veces respondía con amor.

Como era tan responsable en su profesión como enfermera, sufría mucho cuando veía morir a la gente y sobre todo a los niños, por falta de medicinas.

Una de las Hermanas fundadoras de la comunidad de Lagunas (Perú) escribe: Recuerdo el día que el P. Pío, Misionero de Lagunas, nos presentó al pueblo diciendo los trabajos que íbamos a desempeñar cada una; Hna. Providencia dijo a la gente: “yo soy enfermera, no Doctora”. Debido a su responsabilidad temía cometer algún error en este campo. Luego entendió que al no haber médico y encontrar tantas necesidades, tuvo que hacer de comadrona, arregladora de huesos, operadora y sobre todo educadora  contra la medicina de los brujos que hacían morir a la gente con sus brebajes.

En una de sus cartas escribía: “Yo me encuentro bien aunque a veces cansada, ya que la puerta no acaba de sonar, y como sabes, seguimos sin médico y sin farmacia. Tú disfruta todo lo que el Señor te ofrezca y bendice su bondad y ruega para que nosotras gustemos también todo esto y lo alabemos en estas criaturas tan limitadas de todo»

Era muy pobre y desprendida. Se adaptaba a lo que había, no era dependiente de nada; si carecía de algunas cosas, las inventaba. Siempre recuerdo en una de mis visitas a Lagunas que me impresionó cómo construyó un horno con una lata de galletas para hacer sus bizcochos en la leña y le quedaban ricos … o sea, era muy creativa, dice otra de las Hermanas que visitaba la Misión.

Supo vivir la soledad que conllevó la misión del Perú y que le supuso dejar su tierra, familia e incluso hermanas, pues vivían en mucha soledad.

No era miedosa, era más bien valiente y decidida. Poseía muchos talentos: artes manuales, costura, cocina, repostería.

Con gran entrega y paz, pasó haciendo el bien por las diferentes comunidades donde ejerció su misión apostólica: “Clínica Juliá” y Misión Noell (en Puerto Rico) y Misión de Lagunas (Perú), brindando servicios de enfermería, pastoral social, pastoral de la salud, pastoral parroquial, etc. Siempre fue misionera pues le tocó abrir caminos y comenzar nuevos proyectos.

Llevó con santa paciencia y resignación, la enfermedad que durante 12 años la mantuvo postrada y padeciendo mucho sin jamás quejarse ni desesperarse. Solo a veces se le salían unas lágrimas, sobre todo cuando la visitaban y le hablaban.

Gracias buena hermana … tú, que durante toda tu vida has alabado al Señor con tu entrega y fidelidad, intercede ante tu divino Esposo por tu Congregación y descansa en la paz del Señor.