Hna. Rosa Parrilla Soto

 “A nadie le debáis nada, más que amor;
porque el que ama tiene cumplido es resto de la ley”.
 (Recordatorio Bodas de Oro 1998)

Queridas Hermanas,

Con la certeza de que ya su alma descansa en Dios, su Salvador, os comunicamos que el pasado 27 de agosto de 2020, desde la Comunidad de “Ntra. Sra. de la Providencia”, en Tales (Castellón), Dios Padre llamó a nuestra Hermana,

Mª Antonia Parrilla Soto
En religión, Rosa

 Nacida en Paradas (Sevilla), el 19 de febrero del año 1925, era hija de José y Petra, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos, siendo nuestra Hermana la última de ellos. Fue bautizada a las pocas semanas de su nacimiento el 8 de marzo de 1925, en la Iglesia Parroquial de San Eutropio de su pueblo natal, y confirmada años después, el 7 de mayo de 1945, en la misma Parroquia.

Comienza su postulantado en Granada, el 30 de agosto de 1945, y su noviciado el 21 de junio de 1947 en Orihuela, donde también profesa el uno de julio de 1948. En el mismo lugar hace sus votos perpetuos el 27 de septiembre de 1954. Celebró sus Bodas de Oro el 30 de agosto de 1998 en Valencia.

Maestra de primera enseñanza por vocación y profesión, su vida estuvo dedicada a la educación de los niños, a los que se entregaba con especial cariño y dedicación, compaginando esta tarea con otras obligaciones que le fueron asignadas de ayudar y servir como responsable y ecónoma de la comunidad y otros quehaceres domésticos en: Orihuela (Alicante) Casa Madre, Castellón de Rugat (Valencia), Sax (Alicante), Guardamar del Segura (Alicante), colegio de Orihuela (Alicante) y colegio de Valencia. Finalmente fue trasladada a Tales (Castellón) el año 2010, donde permaneció hasta que nuestro buen Dios se la llevó consigo.

Nuestra hermana Rosa tuvo siempre clarísima la finalidad de su vocación: “Vivir siempre en presencia de Dios”. Viviendo centrada en Cristo observó con fidelidad sus compromisos religiosos. “Hice una promesa a Dios y no puedo volverme atrás … Solo en Dios descansa mi alma porque Él es mi salvación”. (Apuntes 2014)

Nota muy marcada en ella era su gran amor a la Congregación, al Carmelo y todo lo referente a nuestra Espiritualidad, lo cual vivía y expresaba con mucho gozo. Todo lo carmelita lo celebraba con entusiasmo. Procuraba aportar lo mejor de sí misma a la comunidad; solo le importaba servir y alegrar el ambiente comunitario, aunque, por otra parte, buscaba la vida olvidada, “escondida en Dios”; ninguna otra cosa tenía más valor para ella. Era grande su desprendimiento, el vaciamiento de sí misma. No cabían en su corazón otros intereses. Muy exigente consigo misma, vivió radicalmente la pobreza. En cambio, para las demás hermanas estaba muy pendiente de que no les faltara nada; ¡detallista como ella sóla!

Amable, cariñosa y delicada en sus conversaciones, llevaba mucho cuidado en no dar cabida ni en su mente, ni en su corazón, ni en sus palabras, nada que ofendiera al Señor. Jamás se oyó escapar de su boca alguna expresión negativa sobre alguna persona. Por su carácter alegre y servicial se ganaba la confianza y cercanía de la gente tanto de fuera como de dentro. Era muy buena y por eso no veía la maldad en las personas, lo que daba paso a que algunas irresponsables continuamente llegaran tarde a la clase porque ella las suplía. Y si la comunidad le decía algo para que se diera cuenta de que estaban abusando de su bondad siempre las disculpaba y no permitía que pensaran mal de nadie. Era un vivo testimonio de entrega generosa y bondad. Por todos los colegios que pasaba, dejaba huellas muy marcadas y profundas que no se han borrado con el paso del tiempo, de manera que, por ejemplo, después de muchos años de salir de Guardamar, Sax y Orihuela, hasta el día de hoy, muchas familias aún la recuerdan con aprecio y gratitud, y han manifestado su dolor y pérdida por su fallecimiento.

Cuidaba con esmero su fidelidad a la oración, preocupándose por hacer diariamente con fervor este tiempo de diálogo y encuentro con el Señor. Sabía reconocer la presencia de Él en las personas y en las circunstancias; y, como dice el Salmo, invocaba continuamente: “al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí”. Su amor a la Virgen era notable. A Ella ofrecía sus penas y alegrías, como compañera inseparable en el camino de cada día.

No podemos dejar de destacar en ella su sensibilidad especial para con los más pobres y necesitados, a los que ofrecía una especial atención y acogida cuando tenía ocasión de tratar con ellos.

Ya postrada en el lecho del dolor, su anhelo y deseo de recibir al Señor diariamente era grande y manifestaba su ansia porque llegara la hermana que le llevaba la Comunión. Después de recibirla recitaban juntas, como acción de gracias, esta oración en la que ella ponía todo el ardor de su corazón: “¡Miradme, oh mi amado y buen Jesús!, postrada ante vuestra Santísima Presencia; os ruego con el mayor fervor y compasión de que soy capaz imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad. Verdadero dolor de mis pecados, propósito firmísimo de jamás ofenderos. Mientras que yo, con todo el amor de que soy capaz, voy considerando vuestras cinco llagas, comenzando por aquello que dijo de Vos, oh buen Jesús, el santo profeta David: “Han ladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar mis huesos.”

Preparada para el día de presentarse ante el Señor, dejó escrito el Viernes Santo de 2014 “Pensar en la muerte para vivir mejor, en Jesús y mis hermanos … Como Jesús me quiere tanto, me ha traído a Tales para prepararme a morir con Él, sin miedo, es mi AMOR”…

Tuvo un final muy corto. La víspera aún estaba consciente y, no pudiendo ya hablar, ni comulgar, quiso besar el Copón, gesto que le gustaba hacer a diario, después de la acción de gracias. El día de su fallecimiento, como si lo estuviera esperando, tras recibir la bendición de un padre Carmelita que se encontraba en casa y orando con él un grupo de hermanas que le acompañaban, después de rezar juntos la Salve a la Virgen, a los pocos minutos voló serena y pacífica a los brazos de Dios, nuestro Padre.

Demos gracias a Dios por el don de la vida de nuestra Hna. Rosa, que pasó por el mundo entregándose incondicionalmente haciendo el bien y que ya está gozando de la Presencia de su Señor. ¡Que desde el cielo ella nos ayude a ser cada día un poquito mejor!