“Me sedujiste, Señor,
y me dejé seducir” (Jer 20,7)
Queridas Hermanas:
Con la convicción profunda de que ya su alma descansa en Dios, su Salvador, os comunicamos que el pasado día 19 de septiembre de 2023, desde la Comunidad “Sta. María del Monte Carmelo” de Santo Domingo (República Dominicana), Dios Padre llamó a nuestra Hermana
Noris Altagracia Betancourt Mejía
En religión: Asunción
Nacida el 23 de mayo de 1942, en Hato Mayor (Rep. Dominicana) fue hija de Hermógenes y Marciana, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos, siendo nuestra Hermana la tercera de ellos. Fue bautizada el 31 de julio de 1943, en la Iglesia Parroquial “Nuestra Señora de las Mercedes” de su ciudad Natal y confirmada años más tarde en 1953, en esta misma parroquia.
Comenzó su postulantado el día 15 de agosto del 1963 en Santo Domingo, R.D. y el noviciado el 14 de octubre de 1965, en Orihuela (España) donde también profesó el 15 de octubre de 1966. Pronunció sus votos perpetuos en Santiago, R.D. el 15 de agosto de 1972. Al coincidir con el Centenario de la Fundación de la Congregación (año 1991) tuvo el privilegio de celebrar dos veces sus Bodas de Plata: el 14 de julio en Casa Madre (Orihuela) y el 21 de septiembre en la parroquia “San Lorenzo” de Guayubín, R.D. Sus Bodas de Oro, las celebró el 12 de octubre de 2016 en Santo Domingo.
Fue una mujer de Dios, profundamente enamorada de Él. En su vida y en su misión, desde los inicios de su vida consagrada, supo vivir la total confianza en Dios, manifestándolo y contagiándolo a las personas que se relacionaban con ella, pues siempre tuvo bien claro que los que confían en Dios jamás se agobiarán, por muchas y no llevaderas situaciones que se puedan presentar. Jamás manifestó que estaba bajo alguna presión, porque enfrentaba todo con docilidad y mansedumbre. En nuestra Hermana se encarnaba las Palabras de Jesús “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,4). Era en verdad una persona mansa, dócil, delicada, afable; muy humana y cercana, animaba a las demás a sobrellevar las dificultades sin quejarse ni desanimarse y, menos, rendirse nunca.
Hna. Asunción estaba dotada con muchos valores: detallista, observadora y cumplidora del deber, discreta y prudente. Organizada en su vida y en sus cosas; en su habitación todo estaba muy ordenado siempre, al igual en su forma de vestir, siempre impecable. Era responsable, delicada, fina, educada, trabajadora, sin hacer ruido, más bien silenciosa, como buena carmelita. No le gustaban los escándalos que se formaban en la manera de comunicarnos, incluso en la mesa, pues se escuchaba muy fuerte cuando hablábamos todas a la vez. Ya encamada, si oía que alguien levantaba un poco la voz, les pedía amablemente que no hablaran tan alto.
Compaginando con los varios quehaceres que se le encomendaron, Hna. Asunción se donó enteramente a lo que más le gustaba: la educación de los niños y jóvenes, así como también la formación de las Hermanas jóvenes. Muy amante de la Eucaristía, de la Congregación y del Magisterio de la Iglesia; como Maestra de Junioras, contagiaba este amor a las formandas, a la vez que las motivaba al silencio interior y las animaba a cultivar la autoformación.
Fue un ejemplo vivo de humildad y sencillez, pasó simplemente su vida en servir y darse a los demás, no aspirando a ningún mérito, ni tampoco a algún reconocimiento. Era una buena religiosa, tremendamente familiar, muy leal a su gente, a su familia de sangre, a su Comunidad, a sus Hermanas y a sus amistades. A pesar de que era inteligente, siempre actuó con discreción. Era muy paciente y comprensiva con todos.
Muy alegre y entregada a las personas, con quienes, por sus continuos actos de bondad y generosidad, forjó conexiones de amistad y hermandad, que han perdurado en el tiempo y la distancia. Con su genuina amabilidad conquistó muchos corazones y marcó muchas vidas, las cuales siguen atesorando edificantes y ricas experiencias vividas junto a esta alma compasiva, bondadosa y de corazón generoso, que siempre irradiaba amor, esperanza y positividad a su alrededor.
Mujer de oración y muy piadosa; cuando, debido a su enfermedad, ya no podía ir a la Capilla, por las noches siempre recitaba sus oraciones a Ntra. Santísima Madre y al Ángel de la guarda, junto con las Hermanas que le ayudaban a acostarse, despidiéndose siempre con amabilidad y delicadeza.
Hasta los últimos momentos, su vida ha sido un gran testimonio de gratuidad y de abandono total en las manos de Dios Padre. La Hna. Asunción era muy delicada y sencilla, cariñosa, amable, agradecida hasta los últimos momentos de su vida. Sus palabras y gestos amables y de cariño, mostraban siempre una dulce y angelical sonrisa, que invitaba a quienes estaban a su alrededor a unirse a su alegría y a su mucha paz.
Pasó haciendo el bien a través de las Comunidades: “Nuestra Señora de la Altagracia” de Santo Domingo (Residencia, Escuela, Casa Central); “Nuestra Señora de la Regla” de Baní (Colegio); “San Elías” de Baní (Villa David), “Madre Elisea” de Santiago (Noviciado, Albergue, Colegio), “Licey” Santiago (asistencia a los más necesitados), y “San José” de Hato Mayor (Colegio). Su última Comunidad ha sido “Sta. María del Monte Carmelo”, en la Capital, donde permaneció desde 2014 hasta que Nuestro Buen Dios la llevó consigo.
¡Gracias, buena Hermana! Desde el precioso lugar donde estás ya disfrutando de la Paz de tu Dios y Señor, intercede por todas las que hemos tenido la dicha de conocerte y compartir contigo una parte de tu peregrinación en esta vida. ¡DEP!