Hna. Blanca Ortega Corral

“… Que podáis comprender y conocer el amor de Cristo,

que excede a todo conocimiento.

Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios…”

(Cfr. Ef. 3:18-19)

Queridas Hermanas:

Con la serena certeza de que ya está contemplando el rostro de su Dios y Salvador, os comunicamos que el pasado día 26 de enero de 2024, desde la Comunidad “Santa Eufrasia” de Murcia, Dios Padre llamó a nuestra Hermana

Blanca Ortega Corral

Nacida el 19 de mayo de 1935, en Nigüelas (Granada), era hija de Ramón y Josefa de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos, siendo nuestra Hermana la última de ellos. Fue bautizada unos días después el 25 de mayo de 1935 en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de su pueblo natal, donde también fue confirmada el 21 de mayo de 1941.

Comienza su postulantado en Orihuela, el 31 de octubre del 1958, donde también inicia el noviciado el 1 de agosto de 1959, en este mismo lugar profesa el 1 de noviembre de 1960 y hace sus votos perpetuos el 6 de marzo de 1966; las Bodas de Plata las celebró en Elda el 1 de noviembre de 1985 y las de Oro en Madrid el 9 de septiembre de 2010.

Aunque tenía el título de Auxiliar de Clínica, gran parte de su vida estuvo dedicada a los niños y adolescentes de nuestros colegios, así como a los del barrio y parroquia que atendía. Al principio, fue maestra de Párvulos en el Colegio de Sax, Orihuela y Tafalera (Elda); también estuvo muchos años en la portería de nuestros Colegios de Orihuela y Elda. En este último servicio, a la hora de los recreos, siempre estaba rodeada de los adolescentes que venían a comentar y compartir con ella “las últimas noticias” del mundo del futbol, tanto sobre los resultados de los juegos, como de los jugadores y de los clubes: congeniaba muy bien con ellos, era muy buena y cercana a todos. Era querida porque se desbordaba en atenciones y servicio, no sólo con los alumnos, sino también con sus familiares, con todo el personal y con la gente que se acercaba al colegio.

Su carácter era jovial y cercano; siempre tenía a punto algún chiste o frase con humor; por eso, en cualquier comunidad y apostolado donde se encontraba, se hacía en seguida de querer. Se daba a todos como ella quería, con naturalidad, sin hacer distinciones, tanto a la población gitana, como a la gente del pueblo, a los parroquianos, etc. Era veraz y sincera, con la inteligencia de quien se conoce bien a sí mismo, con sus defectos y virtudes, pide perdón cuando siente que ha ofendido a alguien, y si ella lo sufre y la otra no se da cuenta, llevándolo a la oración y ofreciéndolo por la interesada.

Muy cercana a su familia de sangre y muy amante de su gente, estaba en continúo contacto con ellos; se apreciaban y se cuidaban mutuamente.

Durante su vida, pasó haciendo el bien por nuestras Comunidades de Hinojosa del Duque (Seminario), Orihuela (Colegio y Seminario), Sax (Colegio), Elda (Colegio y Tafalera), Madrid, Granada (Parroquia y Acogida) y en los últimos años en Murcia (Acogida) hasta que nuestro Buen Dios se la llevó consigo.

Hna. Blanca era una buena religiosa carmelita; a lo largo de su camino ha sido un testimonio de vida entregada y sacrificada. Religiosa orante, muy fiel e intensa en sus momentos de estar con el Señor; cuidaba con esmero el silencio y su tiempo de oración, de intimidad con el Señor. Siempre llevaba la delantera en todos los horarios comunitarios, empezando por los momentos de oración comunitaria, de encuentro, de recreo, de echar una mano … Estaba atenta a todo lo de la casa y a cada persona que estaba a su alrededor, pendiente de adelantarse para ayudar; no había necesidad que le pasara desapercibida. Mujer educada, su vida ha sido un testimonio de prudencia, puntualidad y vida religiosa. Como persona comunicativa y alegre, era agradable y edificante estar en su compañía, porque irradiaba felicidad y plenitud, propia de quien está centrada y realizada en su vocación.

En estos últimos años sufría mucho por las varias dolencias que padecía, pero lo disimulaba muy bien, sin quejarse. No estaba bien del corazón, había momentos que tenía dificultad para respirar; su cadera no tenía remedio desde hacía años y, en consecuencia, las dolencias en las piernas le dificultaban mucho caminar. Sin embargo se esforzaba y no dejaba de ir a la Misa diaria a la Parroquia (a su paso, parándose muchas veces para coger aire), y seguía siendo la primera disponible para suplir si alguna hermana no se encontraba bien, sin echarse nunca atrás para el servicio de la Comunidad. Por eso, de vez en cuando, daba la sensación de que era exigente, pero lo hacía de corazón para enseñarnos a no vivir a medias nuestra vida consagrada.

Fue una persona leal, responsable, trabajadora, muy dada a la vida de Comunidad, consecuente con su vocación y generosa en su respuesta al Señor. En algunos momentos, reconoció y expresó el deseo de que quizá ya tenía que retirarse e ir a Casa Madre, pero siguió cumpliendo la voluntad de Dios, siendo fiel a este acto de entrega e inmolación hasta el último momento de su vida.

Para muchas personas, especialmente las que han convivido con ella y muchas de los lugares donde ha entregado su vida –especialmente en Elda-, han sentido de corazón su rápida partida, dejando en todos un gran vacío.

Demos gracias a Dios por el don de haber conocido y tener entre nosotras tantas Hermanas que, como ella, nos dan ejemplo de una vida de auténtica entrega a nuestro Señor. DEP Hermana Blanca e intercede por tu amada Congregación.