Hna. Concepción Velázquez Hernández

Jesús mío quiero serte fiel siempre y en todo momento.
Si algún día he de llegar a traicionar el voto que voluntariamente os hice,
 permitid que muera antes, Jesús mío…”.
 (Manuscrito sin fecha)

 

Queridas Hermanas:

Hubiera cumplido los 100 años, le faltó menos de un mes … pero los planes de Dios no son los nuestros, por eso el pasado 29 de noviembre de 2022, desde la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen”, de Casa Madre (Orihuela), llamó a su presencia a nuestra Hermana:

Concepción Velázquez Hernández
En religión: Justa

Nacida en Javalí Nuevo (Murcia), el 23 de diciembre del año 1922, era hija de Miguel y Magdalena, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos, siendo nuestra Hermana la segunda de ellos. Fue bautizada al día siguiente, el 24 de diciembre, en la Iglesia Parroquial de la Purísima de su pueblo natal.

Todas las etapas de su formación las hizo en la Casa Madre de Orihuela, comenzando el postulantado el 5 de junio de 1950, el noviciado el 24 de marzo de 1951 y profesando el 27 de marzo de 1952. Hizo sus votos perpetuos el 10 de noviembre de 1957 en Benavila (Portugal). Celebró sus Bodas de Plata el 27 de marzo de 1977 en Nápoles (Italia).

Su actividad apostólica estuvo dedicada fundamentalmente a la atención a los enfermos y ancianos, tarea para la cual no se sentía inclinada y le producía una natural repugnancia; pero, por pura obediencia y con mucho sacrificio en los principios, dedicó más de cuarenta años de su vida consagrada al cuidado de éstos en diversos lugares fuera de España: en Portugal: Benavila y Couço y en Italia: Nápoles, Pignatelli y Grotaferrata. También estuvo en la Comunidad de Portici siendo trasladada después, en el año 1998, a la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen”, de Casa Madre, donde seguió haciendo el bien. Allí ha permanecido hasta que nuestro buen Dios se la ha llevado consigo.

Es de justicia distinguir a Hna. Concepción, entre otras, por una virtud en particular: lo más sublime que brotaba de lo más profundo de su corazón era el don de la FIDELIDAD. Fidelidad al Señor, ante todo, a la respuesta a su voluntad en todo momento y a las exigencias de su vida consagrada a Él.

Fidelidad en el empeño por realizar con perfección la tarea encomendada, con un sentido del deber fuera de lo común, sin ninguna preparación en el área sanitaria, pero arropada por el aprecio y cariño de todo el personal. Autodidácticamente aprendió su oficio, realizándolo con primor y dedicación.

Fidelidad en su vida comunitaria, colaborando en todo cuanto de ella dependiera para el bienestar común, sin que nunca se le escuchara conversación contraria a la caridad.

Fidelidad en sus relaciones fraternas y de amistad, dejando que saliera siempre su modo de ser espontáneo y sincero, pero con sentimientos leales, estables y serenos.

Fidelidad a su familia de sangre, con la que siempre mantuvo una relación de cercanía, interés y cariño profundo.

Fidelidad a sí misma, manteniendo siempre una coherencia admirable entre lo que creía, pensaba, decía y hacía. Su vida apostólica estuvo caracterizada por su delicadeza y finura en el trato con las demás personas y en el modo de realizar sus quehaceres, no obstante algunas veces diera a entender su carácter un poco seco y adusto, porque era a la vez fuerte, vigorosa, trabajadora, clara y sincera.

A Hna. Concepción el Señor la dotó con excelentes dotes, aunque, por su talante más bien humilde y escondido, no destacara externamente por algunos de ellos; sin embargo sí era valorada por su esmerada forma de realizar unas tareas particulares encomendadas: sacristana y costurera por vocación y profesión. En sus primeros años de misión en Portugal también enseñaba las labores a los niños y a los ancianos, que la querían mucho.

Su modo de actuar silenciosamente eficaz, la limpieza y el orden exquisito, tanto en el trabajo que realizaba, como en sus cosas personales, eran admirables. Sin ruido, su día a día era de una eficiencia sorprendente, aunque fueran momentos complicados, como el tener que preparar en Casa Madre todo lo necesario para las celebraciones de Semana Santa, Pascua, Navidad o la Novena y Fiesta de Nuestra Stma. Madre del Carmen.

Hna. Concepción ha vivido una vida larga, plena, realizada de lleno en respuesta a la llamada que el Señor le hizo en su día para entregarse a Él y al servicio de los hermanos. Por eso se habrá encontrado con este recibimiento prometido: “sierva buena y fiel, pasa al Banquete de tu Señor”.

Damos gracias a Dios por el don de la vida de nuestra Hna. Concepción y le pedimos que, desde el precioso lugar donde está gozando de la Presencia del Señor Jesús, interceda por todas las que la hemos conocido y compartido parte de su vida. ¡DEP!