Hna. Consuelo Bernal Gil

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”
(Mateo 5:8)

Queridas Hermanas:

Desde la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen”, de Casa Madre (Orihuela), en la noche del día 12 de marzo de 2022, Dios nuestro Padre llamó a su presencia a nuestra Hermana

María Bernal Gil
En religión, Consuelo

Nacida en la Rivera de Molina (Murcia) el 2 de mayo de 1940, fue hija de José Antonio y Antonia, de cuyo matrimonio nacieron seis hijos, siendo nuestra Hermana la cuarta de ellos. La bautizaron unos días después, el 5 de mayo, en la Iglesia Parroquial del Sagrado Corazón de Jesús de su pueblo natal y recibió la confirmación unos años más tarde, el día 10 de junio de 1944, en la misma Parroquia.

Ingresó como postulante el 19 de marzo de 1958 en Orihuela, donde también empezó su noviciado el 1 de agosto de 1959, profesando el 1 de noviembre de 1960. También allí hizo sus votos perpetuos el 6 de marzo de 1966 y celebró sus Bodas de Plata el 1 de noviembre de 1985.

Los primeros treinta y dos años de su vida consagrada los dedicó al cuidado de enfermos y ancianos, compaginándolo con trabajo social. Esta misión la llevó a cabo con una entrega desinteresada y total dedicación, tanto en las Clínicas de Platón (Barcelona), Hospitalet (Barcelona), Badajoz, Estremoz (Portugal) y Elda, así como en la Residencia de Ancianos de Fuente de Cantos (Badajoz). Su apostolado no se limitaba a los centros donde estaba, sino que se expandía a todo el pueblo. Muy sufrida para lo personal, a la vez que nada de los demás le era ajeno. Su disponibilidad y tesón para remediar cualquier necesidad del tipo que fuera, era absoluta. No ponía tope a su generosidad. Estaba siempre pendiente y buscaba la ayuda necesaria para cubrir las necesidades de los pobres que acudían a ella y que conocía de los alrededores.

Mujer recta, disciplinada y trabajadora, a la vez que amable, bondadosa y cariñosa; siempre alerta para aprender y llenar su vida de motivación. Su meta: el AMOR. Por eso, todo lo que hacía o compartía llevaba una nota de superación, con el tinte característico de su ALEGRÍA, que impregnaba su rostro de un semblante que contagiaba.

Hna. Consuelo ha pasado sus últimos veintidós años al servicio del Seminario de Orihuela. Mujer llena de vida, ágil, trabajadora incansable, pendiente siempre de servir y hacer el bien a toda la gran familia del Seminario: formadores, seminaristas, sacerdotes y personal de servicio no docente. Todos la recuerdan como una persona seria y formal, a la vez simpática, agradable y servicial, capaz de empatizar con todos los que la trataban. Tenía un gran corazón de madre para con todos, aunque era exigente en la disciplina y el orden

En su gran sentido de la justicia y la verdad, cuando se daba el caso, defendía a los seminaristas delante de los formadores que, según ella, tenían la culpa y debían hacer mejor las cosas. Su sinceridad y franqueza en manifestar lo que pensaba y lo que veía, estaba exenta de todo respeto humano. Era notable su espontaneidad y normalmente se manifestaba con agrado, aunque sin eufemismos.

Con los Sacerdotes y Formadores sabía mantener un trato de familiaridad, auténtico y genuino. Bromeaba con ellos y era capaz de sacarles una sonrisa; lo cual sucedía también a la inversa: a algunos les gustaba provocarla, lo cual creaba con ellos un ambiente distendido y, al mismo, tiempo de rectitud.

Muy inquieta, entregada, servicial, sacrificada y amiga de todos. De carácter acogedor, aunque muy impulsivo, era extremadamente responsable en su misión y entregada a la tarea encomendada, sin la menor queja. No actuaba buscando protagonismo, vivía con naturalidad y ponía una gran humanidad en cuanto hacía. Ponía el corazón en todo lo que realizaba; vivió con pasión y con compasión.

Deseosa de cuidar la vida del Espíritu, cultivaba la Liturgia y aprovechaba cualquier momento para hablar u oír hablar de Dios. Procuraba el silencio de la oración para que Él la llenara de nueva vida. Era muy amante de la Virgen, y, además de la Virgen del Carmen, su preferida era la Inmaculada, Patrona del Seminario de Orihuela-Alicante; se desvivía para que en su Fiesta todo saliera a la perfección. Huía de la superficialidad y le gustaba comunicarse desde el corazón. En su deseo de superación, buscaba siempre las cosas que tenían valor y procuraba encontrarle su sentido. Mujer de fe, como religiosa auténtica, centrada totalmente en Cristo, supo vivir en profundidad el abandono a la Santa Voluntad de Dios.

En sus últimos meses de permanencia en el Seminario, comenzó a ponerse de manifiesto su deterioro físico y mental, siendo en esta fase muy comprendida y atendida pacientemente por los Superiores. En aquella etapa se pronunció más su faceta mística: entraba a la Capilla y, desde buena mañana, se ponía frente al Sagrario y podía estar allí hasta la hora de comer; por la tarde volvía otra vez, para estar todo el tiempo que podía con el Señor.  Recogemos este testimonio sobre nuestra Hna. Consuelo: “Creo que el Señor le regaló este tiempo tan bonito de disfrutar de Él, a quien había servido, a quien había amado, tanto en los Seminaristas, en el Seminario, en los formadores y en todo. Yo doy gracias a Dios por la Hermana y ojalá que todos nosotros también seamos como ella, así de inquietos, de activos, pero también así de enamorados de nuestro Señor y de la Virgen. Que seamos capaces de estar tanto tiempo delante de Jesús en el Sagrario”.

Ya avanzado el proceso de su enfermedad, en julio de 2015, fue trasladada directamente a la enfermería de Casa Madre. Hna. Consuelo se había ido dando cuenta de que no estaba bien y como mujer de oración que era, como mujer de Dios, se agarró fuertemente a Jesús Eucaristía. De ahí la Fuente de serenidad que transmitió durante todo este periodo final de su vida. Su semblante emanaba mucha paz y así se fue apagando, hasta que fue llevada a los brazos amorosísimos de Padre.

Buena Hermana, tú que ya descansas en el Señor, intercede por tu amada Congregación y particularmente por cada una de las personas con las que has compartido tu vida en la tierra.