Hna. Jacinta Herrera Pérez

El Señor la desposó para siempre, en la fidelidad y en el amor”.
(cfr. Liturgia de las Horas)

Queridas Hermanas:

Hubiera cumplido los 70 años de profesión religiosa, le faltaron dos semanas pero había llegado su “hora” en el plan de Dios, por eso el pasado 28 de enero de 2023, desde la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen”, de Casa Madre (Orihuela), llamó a su presencia a nuestra Hermana:

Josefa Herrera Pérez
En religión: Jacinta

Nacida en El Raal (Murcia), el 1 de agosto del año 1931, era hija de Antonio y Amparo, de cuyo matrimonio nacieron siete hijos. Fue bautizada al día siguiente, el 2 de agosto, en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de los Dolores de su pueblo natal y confirmada en la misma, cuatro años después, el 12 de noviembre de 1935.

Todas las etapas de su formación las hizo en la Casa Madre de Orihuela, comenzando el postulantado el 24 de septiembre de 1950, el noviciado el 3 de febrero de 1952 y profesando el 12 de febrero de 1953. También allí hizo sus votos perpetuos el 21 de septiembre de 1959. Sus Bodas de Plata las celebró en El Bonillo (Albacete), el Domingo de Resurrección, día 26 de marzo del año 1978.

La vida de nuestra querida Hna. Jacinta fue una entrega permanente y oculta; siempre en trabajos humildes, se desenvolvió con su talante sincero y espontáneo, el cual reflejaba siempre la verdad de su pensamiento y la claridad de sus motivaciones. Muchas Hermanas que la conocieron afirman que, Hna. Jacinta, fue un “diamante en bruto, sin pulir”, sencillamente porque no era persona de apariencias, de brillar ante los demás; sin embargo, pulido o no, la esencia del diamante está, con brillo o sin él. Dicho  claramente: lo que vale es la esencia, no la apariencia.

Dios le hizo “mujer fuerte”, trabajadora incansable, amante de la naturaleza y del servicio a los hermanos. Sus ademanes espontáneos, toscos, se armonizaban con un corazón noble y extremadamente sensible que, en muchas ocasiones, provocaba que le traicionaran las lágrimas cuando algún acontecimiento o palabra entraba en su zona más íntima. Ahí, Hna. Jacinta, se manifestaba la verdadera esencia de su ser. Tenía un corazón de oro, lloraba con los que lloraban y reía con los que reían.

Muchas personas, no solo las Hermanas, la recuerdan en la decrepitud de sus últimos años, que afectaba sobre todo a su mente, restándole vigor a su fortaleza física. Pero aún así, en su silla de ruedas, seguía siendo ella, serena y pacífica, asumiendo este último tramo de su peregrinaje, con la misma entereza con que vivió las anteriores etapas de su vida.

Nuestra Hna. Jacinta desarrolló su misión apostólica en las Comunidades de Badajoz, Tarrasa, Provenza, El Bonillo, Socuéllamos (Residencia), Pedreguer, Tales y Casa Madre donde estuvo desde el 25 de noviembre de 1999 hasta que nuestro Buen Dios se la llevó consigo.

Fue fiel al Señor y siempre se mostraba feliz y realizada en la vida religiosa. Era una verdadera planta nacida y criada en la Vega del Segura, que ha sabido dar con generosidad todo el fruto que el Creador había depositado en su alma sencilla y generosa, cuando le regaló la vida.

Aún, y a pesar de la distancia y de los años transcurridos (más de cuarenta años para algunas personas), se la echa de menos … Pero su presencia, tras su marcha al Paraíso, parece que ha cobrado vigor y la han experimentado agradablemente cercana. Parece que fue ayer cuando, esta buena y gran persona, se desvivía por dar gusto a todos: a los niños, a las Hermanas, a los ancianos y a las personas que tenía a su lado y todos con quienes se relacionaba.

Otra de las características que la definían era su nobleza: honesta, sin doblez y de pocas palabras. Muy observante y piadosa en sus deberes como religiosa sabía mostrarse, a la vez, muy jovial, acogedora y amable en el trato.

Hna. Jacinta,  “mujer de hierro” como le llamaban sus hermanos y las personas más allegadas a ella, mujer “todo terreno”, se deshacía por hacer la vida más llevadera y agradable a los demás, muchas veces arriesgándose y asumiendo las consecuencias. Fue una persona que se hacía de querer por todo el mundo, por su cercanía y generosidad.

Estamos seguras de que la han venido a buscar y a llevarla con Él los brazos amorosos de nuestra Madre, la Virgen del Carmen, a quien ella tenía especial devoción y que, llegada la hora de recibir el merecido descanso y emigrar a las moradas eternas, vino a por ella en Su día, un sábado, el último del primer mes del año.

Dichosa tú, buena hermana, que ya estás gozando de ese eterno descanso que el Señor concede a sus elegidos que han aceptado y correspondido a su Amor de predilección. ¡DEP!

Hna. Jacinta, aunque tu presencia ya trasciende el tiempo y el espacio, sigues viva en nuestros corazones. Por el amor que tenías a tu amada Congregación,  desde el precioso lugar donde estás gozando de la Presencia del Señor Jesús, interceda por todas las que te hemos conocido y compartido parte de tu vida.