Hna. Mª Vicenta Costa Serra

“Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para los que te temen,
y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos.»
(Salmo 31:20)

Queridas Hermanas:

 Os comunicamos que el Dueño de la vida quiso llevarse con Él, desde la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen” de Casa Madre (Orihuela), el día 20 de enero de 2021, víspera de la Fiesta de Ntra. Sma. Madre en su advocación de la Altagracia, a nuestra Hermana

 

María Costa Serra
En religión, Mª Vicenta

Nacida en Pedreguer (Alicante), el 22 de abril de 1929, hija de Bartolomé y Mª Vicenta, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos, siendo nuestra Hermana la última de ellos.  Fue bautizada tres días después, el 25 de abril, en la Iglesia Parroquial de Santa Cruz de su pueblo natal y confirmada años más tarde, 1941, en la misma Parroquia.

Comienza su postulantado el 11 de abril de 1954 en Orihuela, donde también inicia el noviciado el 17 de enero de 1955, y profesa al año siguiente el 19 de enero. En el mismo lugar, hace sus Votos Perpetuos el 13 de septiembre de 1961. Las Bodas de Plata las celebró el 18 de enero de 1981 en Encebras, donde también celebró las Bodas de Oro en 2006.

Aunque de profesión era auxiliar de Clínica, ejerció de todo, haciendo el bien en las Comunidades de Barcelona, Roma (Italia), Orihuela (Alicante), Encebras (Alicante) y Tales (Castellón). Últimamente, ya jubilada en Casa Madre, mientras su salud se lo permitió, siguió ayudando en la costura y en la atención a las Hermanas mayores y enfermas de la comunidad. Aquí permaneció desde el año 2015 hasta que nuestro Buen Dios se la llevó consigo.

 Nuestra hermana Vicenta, era más bien una mujer de recio carácter, de temperamento fuerte e impetuosa, pero demostraba deseos de superación. Como ocurre con la mayoría de los mortales, todos tenemos nuestros defectos y nuestras virtudes. Ella era a la vez bondadosa, acogedora, abnegada y servicial para con todas; muy disponible, casi nunca decía “no” a lo que se le pedía y si alguna vez ponía pegas a la voluntad de sus superioras, lo llevaba a la oración, recapacitaba y pedía perdón por los “razonamientos humanos”, manifestando enseguida su obediencia y disponibilidad a las decisiones que tomaran sobre ella ”Estos días lo he llevado a la oración, ha sido curiosa la cosa pero, cada día me ha dicho una cosa, lástima que no he tomado nota, y se me han olvidado, pero ¡oh! Prodigio como el ciego que el Señor le puso el barro en los ojos y le cayeron  las escamas me ha pasado a mí, me han caído todos

los montajes, y me ha dicho el Señor que me eche mar adentro y confíe en Él, así  que el Señor quiere mi oblación sea en el Seminario, Casa Madre, Tales, América o Italia, en todas estas casas o en las que quieran ustedes, estoy dispuesta aceptar, a dónde sea, allí veré Su Santa Voluntad a la que aceptaré con gozo y alegría, sabiendo que es ese su querer.”

Persona veraz, sin doblez ni rodeos; era más bien seria al hablar y en el trato. Cuando tenía preocupación por las dificultades con alguien, iba directamente a compartirla con la persona indicada, y, eso sí, respetando siempre la última palabra que tenían sobre ella  “Bueno espero estén gozando de la paz del Señor como estoy gozando yo, de haber descubierto que sólo el Señor es mi Dios y por Él  puede una darlo todo, y sentirse libre como los pájaros o echarse al mar confiando en que Él no va a dejar que se ahogue.“ 

Le gustaba hacer el bien, especialmente a los sacerdotes, por quienes sentía especial predilección. A los estudiantes carmelitas, mientras estuvo en Italia, los invitaba a comer con frecuencia, mostrando hacia ellos una acogida maternal y cariñosa, no dejando pasar ninguna fiesta de la Orden sin celebrar.

Fue gran maestra de costura, a la que dedicó gran parte de su vida. Tanto como servicio a las Hermanas, cosiéndoles infinidad de hábitos y batas, como a los sacerdotes confeccionándoles magníficas obras de arte,  ornamentos y vestiduras litúrgicas, manteles de altar, purificadores, etc. Supo hacer fructificar el “ciento por uno”, del don que Dios le había dado tan magistralmente.

Otra cualidad muy señalada en ella, era su habilidad como cocinera. Realizaba con mucho agrado comidas selectas y sustanciosas, para lo que no tenía pereza alguna, aunque tuviera que improvisar. En la celebración de sus Bodas de Oro, preparó ella misma la comida que compartieron con el Sacerdote y Hermanas de la comunidad del Colegio de Elda, que la acompañaron en la celebración Eucarística de acción de gracias, en la intimidad de la Comunidad.

Se mostraba generosa y cercana con la gente del pueblo y de las diferentes pedanías en los largos años que permaneció en las Encebras. Cuando aún era ágil y fuerte, junto con las Hermanas de su Comunidad, visitaba a los enfermos y les llevaba la comunión. Participaba en los encuentros que se organizaban, para interesarse de las actividades de los vecinos de la pedanía. El pueblo la quería porque era muy sencilla y hablaba con todos. Amante del campo y de la naturaleza, se sintió en su ambiente el tiempo que pudo desarrollar esta faceta de su personalidad.

Llevó siempre una vida religiosa observante, cuidando todos los actos de la vida comunitaria, a los que acudía puntualmente. En su misión como animadora de la comunidad, realizaba salidas comunitarias, con más frecuencia a Casa Madre, para compartir la alegría del encuentro fraterno con las Hermanas.

Damos gracias a Dios, por el don de la vida y presencia entre nosotras, de Hna. Vicenta. Esta mujer de Dios que ha sido ejemplo de vida entregada, siempre será recordada por muchas personas.

Descanse en la paz de tu Dios, buena Hermana, e interceda por todas nosotras.