Hna. Mercedes Sanz Garcia

“… La vida de tus fieles, Señor, no termina, se transforma,
y al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el Cielo”
(Prefacio I de Difuntos)

Queridas Hermanas:

En la madrugada del día 26 de abril de 2021, Fiesta de S. Isidoro de Sevilla y víspera de Ntra. Sra. de Montserrat; el Dueño de la vida llamó a su presencia, desde la Comunidad “Ntra. Sra. del Carmen” de Casa Madre (Orihuela), a nuestra Hermana

Mercedes Sanz García

Nacida en Navas del Marqués (Ávila), el 23 de septiembre de 1935, hija de Felipe y Justina, de cuyo matrimonio nacieron siete hijos, siendo nuestra Hermana la quinta de ellos. Fue bautizada unos días después, el 29 de septiembre, en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de su pueblo natal y confirmada años más tarde, el día 28 de noviembre de 1945, en la misma Parroquia.

Ingresa como postulante el 4 de abril de 1958 en Madrid y el 29 de octubre del mismo año, empieza el noviciado en Orihuela. Su primera profesión la hizo el 31 de octubre de 1959, y la profesión perpetua el 29 de junio de 1965, ambas realizadas en Casa Madre. Las Bodas de Plata, las celebró en octubre de 1984, en Benavila (Portugal).

Muy entregada y trabajadora incansable, pasó haciendo el bien por las diferentes comunidades donde vivió: Badajoz, Valencia (Clínica), Colegio de Pedreguer (Alicante), Casa Madre-Sanatorio, Caudete (Albacete), Tales (Castellón), Alemania, Socuéllamos (Ciudad Real), Hospital de Elda (Alicante), Benavila (Portugal), Madrid y Casa Madre-Orihuela, donde estuvo, hasta que nuestro Buen Dios se la llevó consigo.

Inquieta y andariega, como su paisana, Teresa de Jesús, era nuestra hermana Mercedes, bien se podría decir de ella que compaginaba y armonizaba perfectamente a las dos figuras evangélicas de Marta y de María: activísima y contemplativa.

Como buena castellana, era parca en palabras, con gran economía verbal pero exacta en sus expresiones. Directa y sin doblez, expresaba su pensamiento con claridad, tanto si se trataba de asuntos cotidianos y de “andar por casa”, como si era momento de compartir la fe y manifestar sus disposiciones espirituales y sus criterios evangélicos.

En su comunicación, no solía abundar en detalles, era más bien densa y escueta, rápida y mesurada. Era mujer de pocas palabras y más de obras buenas.

Tras su porte serio y “estirado”, era a la vez afable, cercana, muy discreta y educada. En ello también, se escondía una vena grande de sentido del humor, que mostraba con sus graciosas caídas y su sonrisa fácil.

Si hay un aspecto sobresaliente que destacar de su personalidad, es su total disponibilidad de entrega, para lo que la comunidad o las hermanas necesitaran y ella pudiera hacer el servicio sin pereza ni reparo en adelantarse y ofrecerse cuando intuía y palpaba las necesidades. No tenía, en absoluto, ninguna acepción de personas. De carácter activísimo y fuerte para el trabajo, se la podía encontrar en cualquier sitio, tanto corriendo por las calles (era muy difícil andar con ella y acomodarse a su paso), como limpiando y ordenando algún departamento de la casa, o ayudando en la enfermería, el comedor, o en el lavadero… era INCANSABLE. Esa casi hiperactividad, contrastaba notablemente con su capacidad de silencio y oración. Fidelísima a los actos comunitarios, sus aportaciones en las reuniones y en el compartir la Palabra de Dios, siempre eran positivas y enriquecedoras.

Se puede afirmar que Hna. Mercedes era una persona FIEL, en sentido vertical, hacia el Señor, y en el horizontal, hacia las hermanas. Cuando se la necesitaba, se la encontraba SIEMPRE. Era de estas personas que emanan confianza y seguridad. Tenía cierta picardía para conseguir informaciones necesarias y precisas, respecto al estado de salud de las hermanas, que normalmente no se dan tan fácilmente; tenía mucha “mano izquierda”.

A pesar de su temperamento activo, no gozaba de muy buena salud y tuvo que pasar, en algunas etapas de su vida, por diversas etapas de sufrimiento físico, que, junto a las circunstancias de sufrimientos familiares, la fueron madurando y capacitando para el momento de soltar las amarras de la vida terrena y pasar confiadamente a los brazos amorosísimos del Padre. Estaba muy unida a su familia de sangre, lo cual era recíproco; en las últimas semanas de su vida, turnándose, la iban a visitar continuamente, manifestando la cercanía que reinaba entre ellos, con tan serena despedida.

Era verdaderamente una mujer de FE, veraz, que en profundidad supo “percibir, reconocer y manifestar” la mano de Dios en su vida y en la vida de las demás “… en los principios de conocerte, mi amistad hacía ti, era un tanto imperfecta y mi afecto demasiado humano por el orgullo, vicios e imperfecciones de toda índole. Todo ese cúmulo de defectos, me impidieron ver la gran belleza y limpieza de tu alma generosa, sacrificada en bien del prójimo y profundamente enamorada de Dios. Cuando al fin de los tiempos en mis tremendos errores y celos supe descubrir la verdadera ternura de tu alma, la gran presencia del espíritu Santo que anida en tu corazón de consagrada … Hubo en mí, como una especie de metamorfosis espiritual, el descubrimiento de lo maravillosamente profundo que tienen las almas, las que de verdad saben amar, saben buscar y descubrir en los otros, la viva imagen de Dios”.  (Carta 1982)

Su Dios la había ‘tallado’ y preparado excelentemente en el fondo de su corazón y, cuando la llamó, ella aceptó serenamente la llamada: estaba bien dispuesta y preparada.

Hna. Mercedes, sigue estando “disponible” desde el cielo; tus hermanas-especialmente las que convivimos contigo- te seguimos necesitando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras su porte serio y “estirado”, era a la vez afable, cercana, muy discreta y educada. En ello también, se escondía una vena grande de sentido del humor, que mostraba con sus graciosas caídas y su sonrisa fácil.

 

Si hay un aspecto sobresaliente que destacar de su personalidad, es su total disponibilidad de entrega, para lo que la comunidad o las hermanas necesitaran y ella pudiera hacer el servicio sin pereza ni reparo en adelantarse y ofrecerse cuando intuía y palpaba las necesidades. No tenía, en absoluto, ninguna acepción de personas. De carácter activísimo y fuerte para el trabajo, se la podía encontrar en cualquier sitio, tanto corriendo por las calles (era muy difícil andar con ella y acomodarse a su paso), como limpiando y ordenando algún departamento de la casa, o ayudando en la enfermería, el comedor, o en el lavadero… era INCANSABLE. Esa casi hiperactividad, contrastaba notablemente con su capacidad de silencio y oración. Fidelísima a los actos comunitarios, sus aportaciones en las reuniones y en el compartir la Palabra de Dios, siempre eran positivas y enriquecedoras.

 

Se puede afirmar que Hna. Mercedes era una persona FIEL, en sentido vertical, hacia el Señor, y en el horizontal, hacia las hermanas. Cuando se la necesitaba, se la encontraba SIEMPRE. Era de estas personas que emanan confianza y seguridad. Tenía cierta picardía para conseguir informaciones necesarias y precisas, respecto al estado de salud de las hermanas, que normalmente no se dan tan fácilmente; tenía mucha “mano izquierda”.

 

A pesar de su temperamento activo, no gozaba de muy buena salud y tuvo que pasar, en algunas etapas de su vida, por diversas etapas de sufrimiento físico, que, junto a las circunstancias de sufrimientos familiares, la fueron madurando y capacitando para el momento de soltar las amarras de la vida terrena y pasar confiadamente a los brazos amorosísimos del Padre. Estaba muy unida a su familia de sangre, lo cual era recíproco; en las últimas semanas de su vida, turnándose, la iban a visitar continuamente, manifestando la cercanía que reinaba entre ellos, con tan serena despedida.

 

Era verdaderamente una mujer de FE, veraz, que en profundidad supo “percibir, reconocer y manifestar” la mano de Dios en su vida y en la vida de las demás “… en los principios de conocerte, mi amistad hacía ti, era un tanto imperfecta y mi afecto demasiado humano por el orgullo, vicios e imperfecciones de toda índole. Todo ese cúmulo de defectos, me impidieron ver la gran belleza y limpieza de tu alma generosa, sacrificada en bien del prójimo y profundamente enamorada de Dios. Cuando al fin de los tiempos en mis tremendos errores y celos supe descubrir la verdadera ternura de tu alma, la gran presencia del espíritu Santo que anida en tu corazón de consagrada … Hubo en mí, como una especie de metamorfosis espiritual, el descubrimiento de lo maravillosamente profundo que tienen las almas, las que de verdad saben amar, saben buscar y descubrir en los otros, la viva imagen de Dios”.  (Carta 1982)

 

Su Dios la había ‘tallado’ y preparado excelentemente en el fondo de su corazón y, cuando la llamó, ella aceptó serenamente la llamada: estaba bien dispuesta y preparada.

 

Hna. Mercedes, sigue estando “disponible” desde el cielo; tus hermanas-especialmente las que convivimos contigo- te seguimos necesitando.