Hna. Sagrario Polanco Canela

“Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad, eterna sabiduría, bondad buena al alma mía …”

(Santa Teresa de Ávila)

Queridas Hermanas:

Con la convicción profunda de que ya su alma descansa en Dios, su Salvador, os comunicamos que el pasado día 28 de enero de 2024, desde la Comunidad “Sta. María del Monte Carmelo” de Santo Domingo (República Dominicana), Dios Padre llamó a nuestra Hermana

María Natividad Polanco Canela

En religión: Sagrario

Nació en una pequeña localidad llamada Los Arroces de Bonao, Monseñor Nouel (RD), el 25 de diciembre de 1940, hija de Teodoro y Felicitas, de cuyo matrimonio nacieron diez hijos, siendo nuestra Hermana la tercera de ellos. Fue bautizada el 15 de febrero de 1941 en la Iglesia Parroquial “San Antonio de Padua” de su pueblo natal, en la diócesis de La Vega, y confirmada años más tarde el 13 de junio de 1956, en esta misma parroquia.

Comenzó su postulantado en 1961 en Santo Domingo, R.D. y el noviciado el 8 de octubre de 1962, en la Casa Madre de Orihuela (España) donde también profesó el 21 de abril de 1963. Pronunció sus votos perpetuos el 15 de agosto de 1970 en Baní, R.D.; allí celebró sus Bodas de Plata el 1 de octubre de 1989 y las de Oro el 14 de diciembre del 2013.

Hna. Sagrario fue una persona de Dios, se destacó como gran adoradora de Jesús en la Eucaristía, no sólo dedicando tiempo al Santísimo y mostrando esos frutos llevándolos a su vida y misión diaria, empezando desde la comunidad, sino que también en Villa David (Baní), fue fundadora del grupo de adoradores del Santísimo, comenzando con un grupo de niños hasta con los adultos, los cuales todos los jueves se reunían para adorar y alabar a Jesús.

Era una buena religiosa, una mujer que se dejó tocar por el Señor y lo manifestaba en su trato acogedor, bondadoso, cercano, sencillo, a cada persona que se acercaba a ella y/o a la Comunidad. Siempre disponible y sonriente para acoger y servir, contagiaba mucho amor y bondad en cada uno de sus encuentros con la gente, aún sin decir palabras.

En Baní, donde más tiempo pasó de su vida, ejerció su misión en las Comunidades del Colegio de Fátima, Matanzas, Villa David y Casa Tabor/Casa Sacerdotal. Estando en Matanzas, donde se entregó de lleno a la pastoral parroquial, trabajó mucho con los jóvenes. Fue la fundadora del coro de ellos, los cuales, ahora ya adultos, siguen con el mismo fervor que ella les inculcó. Este coro, independientemente de la comunidad donde ella se encontrara, la acompañaba todos los años cantándole “las mañanitas” en el día de su cumpleaños -el 25 de diciembre-; y fueron ellos los que cantaron durante la celebración del novenario de su partida al Cielo, expresando unos testimonios muy edificantes sobre nuestra Hermana. Las gentes del pueblo de Matanzas la quieren y le agradecen todo el bien que hizo entre ellos, principalmente por sembrar la fe en sus corazones.

También los Obispos, Sacerdotes y Seminaristas de Baní expresan su gran agradecimiento a Hermana Sagrario, por todo el cariño y cuidado que recibieron de ella durante los muchos años que pasó en la Casa Sacerdotal. Era detallista, mantenía la casa impecable y todo lo que hacía era con mucho amor y entrega; súper limpia y organizada, expresaba constantemente que en la organización y en la limpieza está el Señor. Mantuvo todas estas cualidades aún en sus meses de enfermedad, mostrándonos su gratitud y abandono total a la voluntad del Padre, con paz y alegría hasta su último aliento, haciendo carne en su vida el versículo 10 del salmo 143: “Enséñame a hacer tu voluntad, que tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud”. Tenemos la certeza que nuestro Padre Dios la ha guiado por ese camino, dejando muy buen sabor en las personas que tuvieron la oportunidad de convivir y compartir parte de su vida con ella.

Además de en Baní, también pasó haciendo el bien a través de las Comunidades de Santiago y de Santo Domingo (Casa Central, Residencia, Postulantado). Su última Comunidad ha sido “Sta. María del Monte Carmelo”, en la capital, donde permaneció hasta que Nuestro Buen Dios se la ha llevado consigo. En cada lugar donde estuvo, asumió la misión con responsabilidad y entrega, mostrando su don peculiar de servicio a todos: visitaba a los enfermos del barrio donde se encontraba, llevándoles la comunión; se encargaba de la catequesis de niños y adultos, de la formación prematrimonial a las parejas de novios; ayudaba a la gente necesitada y todo lo hacía con su natural alegría contagiosa y su dedicación.

Para su familia fue todo un referente, un ejemplo de mujer de Dios, con una gran fe. Era tremendamente familiar, su familia de sangre siempre encontraba en ella, apoyo, comprensión, soporte en todo momento a través de su acogida, de su tiempo, de sus sabias palabras y sus consejos. Estaba siempre pendiente de ellos y se preocupaba por todos.

Por su dedicación a los sacerdotes, el Señor la bendijo con el sacramento de la Unción de enfermos administrado por un sacerdote Jesuita minutos antes de ser trasladada a la clínica, y justo cuando se avecinaba su partida a la casa del Padre también le estaba visitando uno de nuestros Hermanos Carmelitas.

¡Gracias, querida Hermana Sagrario! Desde el hermoso lugar donde estás ya disfrutando de la Paz de tu Dios y Señor, intercede por todas las que hemos tenido la dicha de conocerte y caminar contigo un trozo de tu peregrinación por este mundo. ¡DEP!