Hna. Trinidad Garrido Cobarro

“Oh Dios, envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen y me conduzcan a tu monte santo
hasta tu morada”.
(Salmo 43:3)

Queridas Hermanas:

En la tarde del día 23 de febrero de 2022, el Señor llamó a su presencia, desde la Comunidad “San Simón Stock” de San Juan de Alicante, a nuestra Hermana

Trinidad Garrido Cobarro
En religión, Basilisa

Nacida en Abarán (Murcia), el 5 de septiembre de 1931, hija de José y Basilisa, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos, siendo nuestra Hermana la mayor de ellos. Fue bautizada unos días después, el 13 de septiembre, en la Iglesia Parroquial de San Pablo de su pueblo natal y confirmada años más tarde, el día 5 de mayo de 1944, en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Murcia.

Ingresó como postulante el 2 de julio de 1951 en Orihuela, donde también comenzó el noviciado, el 10 de julio de 1952. Su primera Profesión la realizó el 20 de julio de 1953, y la Perpetua el 10 de enero de 1960, ambas realizadas en Casa Madre. Las Bodas de Plata las celebró en privado en Murcia, el 20 de julio de 1978.

Después de su Profesión, como Maestra de Enseñanza Primaria, ejerció su misión apostólica en los colegios de Elda, Socuéllamos, Orihuela, Murcia, Guardamar, Alicante y San Juan.

Del testimonio de las Hermanas que han convivido con ella, podemos hablar de Hna. Trinidad antes y después de la enfermedad que se apoderó de ella durante muchos años. Dios, en su Divina Misericordia, permitió que en la plenitud de su vida empezara a experimentar muchas enfermedades, una detrás de otra.

 A la Hna. Trinidad se le confió la misión de colaborar en la formación inicial de las jóvenes formandas. Primero como auxiliar de Maestra de Novicias y después la de Maestra de Postulantes, durante unos ocho años. De este periodo leemos en sus escritos: “Para mi vida en general, fue de mucha importancia lo vivido en el Noviciado y Postulantado como formadora. Fui formada al mismo tiempo y reconozco haber recibido muchas gracias de Dios en dicho tiempo y haberle experimentado de forma especial en Él”.

Durante los años que estuvo en la formación, como muy buena costurera que era, las Postulantes iban vestidas impecablemente. Muy disciplinada y ordenada, tenía todo a la perfección. No le gustaba oírnos hablar con imposición o muy tajante, porque esa forma de contestar no era de una Carmelita.

Era muy culta e ilustrada, leía mucho y escribía muy bien. Sus escritos espirituales son densos, bien formulados y ponen de manifiesto sus ansias de encontrar a Dios, de estar continuamente en Su Presencia y cumplir en todo Su Santa Voluntad. Este anhelo la llevó a hacer una experiencia de vida más austera y contemplativa, en el monasterio cisterciense de la Abadía de Nuestra Señora de Arconada, en la provincia de Palencia. Allí permaneció durante unos pocos meses.

 En su vida activa, Hna. Trinidad era una Hna. Carmelita de Madre Elísea (como ella decía) y llevó ese título con mucha elegancia y orgullo. Siempre intentó ser testimonio de entrega, de abnegación, de saber estar en medio de las dificultades, ayudando a algunas Hermanas a profundizar en su vida religiosa. Mujer de una espiritualidad profunda, entregada, trabajadora, andariega. Nos decía muchas veces que teníamos que ser unas Carmelitas de cuerpo entero como Madre Elísea quería que fuéramos: valientes y entregadas.

Otra de sus facetas fue la de estar pendiente de los demás; no había necesidad, que ella conociera, y que no removiera todo a su alcance para solucionarla. La casa-colegio de la calle Cartagena de Murcia, la convirtió en un lugar de acogida para todos aquellos que venían en busca de ayuda, por problemas de vivienda y trabajo o cualquier otra carencia. Se la veía llegar, con el hábito largo, agotada de buscar soluciones en las personas pudientes de Murcia. Era incansable para atender a los demás y su salud se iba resintiendo, pero nadie se daba cuenta porque ella lo disimulaba muy bien. Todas las personas que ayudaba, se iban de nuestra casa contentas y agradecidas.

Era asidua a la doctrina de San Juan de la Cruz, la cual era su guía y apoyo. También era grande su devoción a la Sábana Santa de Turín, que envolvió el cuerpo de Jesús en el Sepulcro.

A lo largo de su vida, hubo momentos muy dolorosos, tanto para ella como para las Hermanas de las comunidades a las que perteneció, pues la convivencia comunitaria se hacía difícil por su particular modo de enfocar la espiritualidad, que, al no ser muy común, suponía motivo continuo de incomprensiones y roces. Esto se agudizaba por su temperamento indómito y difícil de doblegar.

A lo largo de los años de enfermedad, vivió situaciones muy complejas y contradictorias, lo que no se hubiera dado de la misma manera en situaciones normales. Cuando ya se encontraba muy débil y limitada, en un principio no le fue fácil aceptar la Voluntad de Dios; pero, poco a poco, el Señor a través de su larga enfermedad, la fue purificando hasta el final de sus días.

Pedimos al Señor de la Vida, que haya acogido en su Reino a nuestra Hna. Trinidad, colmando sus deseos de plenitud, que tanto manifestó y deseó alcanzar en su vida terrenal. Y terminamos expresándolo con sus mismas palabras…  “Jesús, tú eres mi vida, tú lo eres todo para mí, tú como Buen Pastor has ido detrás de esta oveja descarriada, y me has cogido fuerte con tu gran amor”.