1. UN VIEJO SOLAR CARMELITANO
El viajero que se acerca a Orihuela y pregunta por la Casa Madre queda gratamente sorprendido, porque no necesita de otra indicación para localizar el complejo conventual, en el que viven más de medio centenar de Hermanas terciarias de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, congregación nacida en la pasada centuria en Caudete (Albacete) y hoy extendida por diversos continentes. Son menos ya los que conocen que la llamada Casa Madre fue un convento de frailes carmelitas, a cuya historia brevemente vamos a intentar aproximarnos en las páginas que siguen.
El asentamiento carmelita de Orihuela entró tarde en el escenario de la geografía carmelita de España. Más de 30 conventos se habían fundado ya en las distintas regiones de la Península Ibérica. Estaban agrupadas en cinco provincias. Una de ellas se conocía con el nombre de Aragón y Valencia a la que perteneció el convento de Orihuela.
Después de una fundación efímera en la casa de Monserrate en 1537, la fundación definitiva se realizó el 25 de julio de 1585 y fue su fundador el célebre padre Miguel Alfonso Carranza, humanista y escritor. Se instalaron en la calle del Hospital de San Bartolomé y en fecha ignorada pasaron a la ermita de San Julián mártir. Finalmente el 25 de septiembre del mismo año 1585 se establecieron en la que hoy se conoce como Plaza del Carmen, en una casa de Don Ginés Villegas y hermanos, cuyas obras de adaptación se terminaron en 1586.
Las noticias que poseemos en la primera fase de la historia del convento acreditan una marcha normal en la línea marcada por Trento con una vertiente, en la que resalta el trabajo apostólico. Es preciso resaltar una nota destacada en el s. XVII. Nos referimos a la reforma en la línea de la turonense francesa. Precisamente fue propiciada por el que fue prior del mismo y posteriormente obispo de Segorbe, al que aludiremos después, Anastasio Vives y Rocamora. De finales del siglo XVII conocemos unos estatutos dictados por el general de la Orden, Feijoo de Villalobos. Dichos estatutos, específicos para este convento, nos parecen un código férreo, duro con tendencia al aspecto jurídico y nos parece que no tienen la riqueza espiritual de las constituciones turonenses.
Formaban en este tiempo la comunidad 16 religiosos.
Damos por supuesto la erección de la cofradía del Carmen y tenemos noticias de terciarias de vida santa, como María Díaz (+1704) de la que existe una biografía editada en Orihuela el siguiente año.
Las bases de la economía conventual eran varias: herencia de religiosos, donaciones piadosas, beneficios devengados por enterramientos en las capillas de la iglesia, otros beneficios devengados por el culto, predicación, enseñanza, etc. Puede decirse, el líneas generales que el convento no pasó por agobios en este sentido. Los balances presentan saldos positivos.
2. HOMBRES ILUSTRES
El número de religiosos en el siglo XVIII oscilaba entre los 20 religiosos en 1714 y en 1771 que llegaban a 40. Entre ellos destacan Francisco Vives y Rocamora, gran jurisconsulto y padre de familia quien, al enviudar ingresó en el convento, fue ordenado sacerdote, vivió ejemplarísimamente y dejó tratados manuscritos sobre el culto de los varones virtuosos artes de la canonización. Fue padre de Anastasio Vives y Rocamora (1599 – 1674), de cuya vida estamos muy bien informados. Vistió el hábito carmelita en el convento de Orihuela donde hizo la profesión el 17 de mayo de 1615. Estudió artes en Alicante y Teología en Valencia. Ocupó cargos importantes dentro de la Orden, como prior de Valencia, precisamente durante la gran peste de mediados del siglo. Fue también provincial y pretendió vivir retirado en Orihuela, pero fue nombrado obispo de Segorbe, diócesis que gobernó con grandísimo acierto a partir de 1660. Hombre de Dios atendía personalmente a los pobres, escribió numerosas cartas pastorales, convocó un sínodo, construyó la capilla del Carmen en la catedral…y cuando comprendió que no estaba para regir la diócesis, renunció a la mitra en 1672 a los 74 años y se retiró al convento de Onda (Castellón). Allí vivió como un simple religioso, asistiendo espiritualmente a las comunidades de monjas y dedicado a la oración. Murió santamente el 24 de mayo de 1674.
3. RELACIÓN CON EL ARTE
Un nuevo edificio conventual en honor de San Pablo se levantó a partir de 1661. A juzgar por las portadas existentes el complejo era noble. En el s. XVIII en torno 1730 se construyó la capilla del Carmen y que es la parte más significativa de la actual iglesia. Se enriqueció con importantes obras de arte, como la espléndida talla de la Virgen del Carmen de Salzillo que milagrosamente se ha conservado hasta nuestros días y que preside desde el artístico camarín.
4. ULTIMA FASE DEL CONVENTO
A comienzos del siglo XIX en el convento vivían 27 religiosos: 12 sacerdotes, 11 coristas, 3 hermanos legos y 1 novicio. Un informe refleja la buena marcha del mismo en cuanto a la vida de observancia y trabajo apostólico. No parece que la guerra de la Independencia tuviera especial incidencia y siguió su marcha normal. Una peste declarada en 1811 mostró el heroísmo de uno de los religiosos, el P. Echeverría quien recorría las calles proclamando en alta voz, su disposición a entrar en cualquier domicilio para confesar a quien lo deseara. El convento se cerró temporalmente. Los religiosos supervivientes volvieron a reunirse. En 1820 se suprimió de nuevo y la comunidad se trasladó a Alicante. Restaurado en 1823 se suprimió definitivamente con motivo de la exclaustración en 1835. Los carmelitas no volverían a ocuparlo. Se dispersaron por distintos lugares y las propiedades fueron confiscadas.
Tal es, expuesta a grandes rasgos, la aventura de un convento de la ciudad de Orihuela, luminosa, bañada por el sol de levante, población clerical, cargada de historia y que respira piedad y arte. Sus calles y monumentos semejan un museo al aire libre.
5. CASA MADRE DE UNA CONGREGACIÓN FEMENINA CARMELITA
Abandonado el convento debido a las leyes desamortizadoras quedó el viejo inmueble bajo la tutela del obispado y acusaba el paso demoledor e implacable del tiempo, mientras la hermosa huerta pasó a manos particulares.
Así estaban las cosas a finales del siglo XIX. Y entramos a justificar brevemente el titulo de este artículo. El 6 de marzo de 1891 nació en Caudete (Albacete), al amparo del convento de los religiosos carmelitas, una congregación que terminaría por conocerse como Hermanas terciarias carmelitas de bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.Después de unos comienzos difíciles, fue consolidándose y el 6 de julio de 1899 se creyó conveniente trasladar la Curia Generalicia al antiguo convento de frailes carmelitas, en deplorable estado de abandono y que fue cedido por el obispado a la nueva congregación. Su presencia no puedo ser más beneficiosa para el inmueble que cobró nueva vida. Convertido en la que muy pronto vino a llamarse Casa Madre de la nueva Congregación, por ella han pasado cientos y cientos de novicias que recibieron su primera formación carmelitana en un antiguo asentamiento también carmelitano y nunca mejor dicho. Aunque resulte paradójico las hermanas carmelitas, con buen acuerdo, compraron la huerta a los nuevos propietarios y por supuesto la hermosa imagen del Carmen de Salzillo ha recibido y recibe un culto permanente. La iglesia está primosamente restaurada como lo está la parte que queda en pie del antiguo edificio. Y en parte de lo que fue la huerta conventual se levanta en la actualidad un nuevo y moderno complejo donde consumen santamente su vida religiosas ancianas, curtidas largos años y en diversos lugares en obras de asistencia social.
Huelga decir que en una capilla templo reposan los restos de la M. Elisea Oliver Molina, fundadora de la Congregación, cuyo proceso de canonización se encuentra ya en Roma.
Bien haya el solar bendito de la Casa Madre de la Congregación de las Hermanas Terciarias Carmelitas de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo y bien merece conocerse.