María es Maestra espiritual, Madre de Dios y nuestra, que en silencio trató de amistad con Dios y su oración afecta a nuestra vida cristiana privada, social, familiar y religiosa.
En el Evangelio muy pocas cosas se dicen de María. Fuera de la Encarnación de Jesús y pocos datos más. María callaba y en silencio guardaba en su corazón todo lo que oía y veía del Hijo de Dios y suyo.
El silencio en la oración nos ayuda a combatir los cuatro enemigos del corazón, como son los miedos, temores, inseguridades y ansiedades. Lo dice el Salmo: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tu vas conmigo”.
Adheridos a la espiritualidad del Carmelo, para la contemplación de Dios se necesita SILENCIO. Lo vemos en la Regla Carmelita Capítulo XVI: el Apóstol recomienda el silencio porque en el mucho hablar no faltará pecado. Y el Señor en el Evangelio: de toda palabra superflua que hablaran los hombres, darán cuenta en el día del juicio. Como dice el profeta: vigile sobre su conducta y cuide atenta y prudentemente de mantener aquel silencio que favorezca la justicia.
También el silencio es necesario para la formación de la personalidad propia.
Invoquemos, pues, a la VIRGEN DEL SILENCIO, para entregarnos a Dios y alcanzar, por su misericordia, la vida eterna en el Cielo.