La paz no debe ser una palabra grandilocuente, pero vacía, sino una palabra sencilla y llena de profundo significado. La paz será una realidad de nuestro interior, en el entorno en que vivimos, si contra el individualismo, sabemos dar un testimonio de solidaridad. Si en vez de acaparar sin freno, sabemos compartir generosamente lo que tenemos.
Recuerdo aquel canto a la Virgen:” Madre de los pobres, los humildes y sencillos”.
El mundo, enemigo del alma, no busca nada más que acumular dinero, prestigio y poder. Los valores fundamentales del cristiano son la fe en el misterio del Hijo del Padre, Dios verdadero, Jesucristo el Salvador y la docilidad al Espíritu: “Quien a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta”.
Si contra la esclavitud del tener, poseer siempre más cosas, sabemos vivir la libertad de ser más con los otros y para los otros; si contra la intolerancia, sabemos respetar a todos, respetar las ideas de los demás, aunque no las compartamos. La paz será una realidad en nuestra sociedad; si contra los abusos de la técnica y la mecanización sabemos amar la naturaleza, y a la vez, fomentar los valores ecológicos; si contra la cobardía de injusticia, sabemos defender el valor del compromiso; si contra la mentira sabemos dar un ejemplo claro de amor a la verdad.
La paz será una realidad si contra la conculcación de los derechos humanos sabemos hacer una denuncia profética coherente, es decir, una denuncia hecha desde la vivencia profunda de estos mismos derechos.
La paz será una realidad en nuestro mundo, si contra la pasividad y la inercia sabemos adoptar una postura activa, participativa, derivante de una reflexión personal crítica.
Si contra el gregarismo de “todos lo hacen “sabemos vivir el sentido de la responsabilidad. Y si contra el monólogo egoísta y autosuficiente sabemos practicar el diálogo generoso y sencillo que es aquel que consiste en decir lo justo en el momento más oportuno y el saber escuchar con atención e interés las razones del otro.
La paz auténtica comenzará a ser una realidad en nuestra sociedad cuando tomemos en serio todas estas actitudes: compartir, ser, respetar, vivir los derechos humanos, participar con responsabilidad.
María Virgen pobre es Reina de la paz en cada instante de su vida, refleja pobreza en el nacimiento, presentación y huida a Egipto.
María esperó de Dios todo su bien y toda su alegría.