Antonia Padern nació en Barcelona el 6-7-1878. A los 22 años vistió el hábito carmelita en el noviciado de Orihuela, emitiendo su profesión temporal el 5-12-1901. Fue una religiosa que siempre destacó por su gran inteligencia y sencillez; de ella se dijo que «era un pozo de sabiduría, pero con su humildad supo ocultarlo a la vista de las gentes, aunque se dejaba traslucir tan pronto empezaba a hablar al ser interrogada».
Después de finalizar brillantemente sus estudios de magisterio, ejerció la docencia en el colegio de Alicante, del que fue fundadora en 1907 cuando apenas contaba 29 años; y más tarde fue directora y superiora por mucho tiempo. Su vida se desenvolvía entre Orihuela y Alicante, pues en 1939 se encuentra en esta última ciudad, reorganizando de nuevo el colegio en la postguerra. Sus dotes de educadora fueron excepcionales y el capellán del colegio manifestó muchos años después: «A sus alumnas sabía llevarlas con cautela y silencio a la pura y verdadera ciencia del espíritu, despertando en ellas auténticas inquietudes de respeto, amor y vida doméstica de elevación cristiana. Era bondadosa en extremo, y por lo mismo tenía una visión perpetuamente optimista de sus alumnas y de las cosas y, aunque, muchas veces la cruda realidad tratase de convencerla de lo contrario, su bondad estaba siempre abierta para todo y para todas». En el capítulo general de 1922 fue elegida consejera y secretaria general, cargo que ostentó durante 29 años, hasta 1951, cuando el capítulo extraordinario la eligió vicaria general.
La M. Querubina fue una columna, un auténtico pilar que sostuvo a la Congregación en un período de tiempo realmente difícil. Fue una colaboradora excepcional en el sexenio 1922-1928, durante el generalato de la M. Mª de los Ángeles Badosa; su exquisita prudencia y buen hacer, ayudó poderosamente a regularizar la situación de aquel período postcapitular confuso y turbulento. Más tarde ayudó con verdadero ahínco a la Sierva de Dios en el último trienio de su existencia. Sus tareas al frente de la secretaría general, continuaron con una tercera superiora general: M. Josefa Albert. Ésta, igual que las anteriores, contó con el apoyo incondicional de la experimentada M. Querubina, la cual como hemos indicado, compartió por muchos años sus funciones de secretaria con otras responsabilidades docentes en el colegio de Alicante.
Después de repetidas reelecciones como secretaria en los años 1928, 1932, 1940 y 1946, en el capítulo general extraordinario celebrado en 1951 fue elegida vicaria general, cargo que desempeñó con igual eficiencia que el anterior, siendo una ayuda muy valiosa para la nueva superiora general, M. Josefina Serra. Durante el largo período de 1922 a 1957 colaboró incondicionalmente con cuatro superioras generales, manteniendo siempre una actitud sencilla y silenciosa, sin alardes de ningún tipo. Pero la M. Querubina era sobre todo una ejemplar religiosa, santa y sabia: «Siempre fue un modelo de religiosa; puede decirse que su vida ha sido un constante ejercicio de todas las virtudes, sobresaliendo en la puntualidad a todos los actos de Comunidad y en su extrema caridad para con todos».
Finalizado el sexenio 1951-1957, ella «habló a todas las Gremiales reunidas (en capítulo general), diciéndoles tuvieran en cuenta su avanzada edad y que creía había llegado la hora de ser reemplazada por otra». Gracias a sus persuasivas palabras, quedó liberada de sus funciones de consejera general, las cuales había asumido por espacio de 35 años consecutivos.
El día 9 de enero de 1961, mientras comía, sufrió una hemorragia cerebral que la retuvo durante diez días en estado grave, falleciendo el 19 del mismo mes, con la tranquilidad y paz con que había vivido. En su entierro se dieron cita numerosas personas, religiosas y seglares. Según indica la nota necrológica «nunca había afluido tanta gente a otros entierros de religiosas», mostrando el cariño y veneración que todos le profesaban.