Ana Cardona era natural de Beniarbeig (Alicante), donde había nacido el 17-9-1889. Ingresó en la Congregación el año 1911, emitiendo su profesión temporal el 27-9-1912. Desempeñó numerosas y variadas funciones a lo largo de su vida religiosa: maestra de novicias, superiora de las clínicas de Barcelona y Granada, y los colegios de Brozas (Cáceres) y Alicante. También fue consejera y secretaria general durante 11 años, desempeñando todas estas tareas de modo ejemplar y con una total entrega.
Esta «virtuosísima religiosa» siempre tenía en sus labios la orientación adecuada o la palabra amable para las hermanas maestras o enfermeras miembros de su comunidad. Una testigo la describe así: «Modesta y serena, afable y atrayente con cierto aire de seriedad, enérgica de carácter, envuelta en suavidad y delicadeza que la hacían muy amable. Inspiraba respeto y confianza, era muy inteligente; silenciosa y apacible. Firme en la ascesis y observancia de las constituciones, profundo espíritu de oración, amantísima de la Eucaristía y de nuestra Stma. Madre la Virgen del Carmen».
El aspecto más digno de destacar es su hondura espiritual reflejada en sus escritos y poesías, cargados de vida interior, de sentido teológico, donde ocupa un papel importante la filiación divina, la bondad de Dios Padre. En ellos refleja la armonía, la unidad, la belleza y unción con que siempre expresa la ternura del Padre. Y junto a esto, es preciso indicar que la M. Sacramento fue sobre todo una maestra y guía espiritual de muchas personas, especialmente de religiosos y religiosas carmelitas. Una de ellas manifiesta: «Para mi personalmente, fue la primera religiosa que asentó las bases de la espiritualidad carmelita en mi vida, encauzando mi respuesta al Señor en fidelidad… Advertí en ella que vivía en una continua búsqueda del querer del Señor, que se manifestaba en el esfuerzo continuo por mantener el corazón limpio, transparente y desasido… Quería y repetía: ‘El corazón íntegro para Dios’ y desde ahí amaba a los demás con la misma integridad».
En la tarea de maternidad espiritual, fue una colaboradora excepcional de la Sierva de Dios, continuando con su misión durante toda la vida. Este liderazgo era sentido también fuera del Instituto. El carmelita P. Pablo Dueñas lo expresa así: «La Madre solía decirnos: ‘hijos míos la oración es la mejor parte de nuestra vida carmelita. Ella, no debe ser un obstáculo para la vida activa, sino su complemento. Entiendo que este es el doble espíritu que Eliseo recomendaba a los hijos de Elías. De este modo M. Sacramento, ya desde novicios, procuraba inculcarnos el Carisma específico de la Orden, que su misma presencia y actitud maternal, hacía vida en nosotros».
En los últimos años de su existencia, vivió con mayor intensidad su relación filial con el Padre. La enfermedad cardíaca que padecía le obligó a retirarse de las actividades cotidianas, aunque siempre tenía una palabra de ánimo y consuelo para quien se acercaba a ella, manifestando de este modo la paz interior que reinaba en su alma. Ella misma refleja en sus escritos: «Tuyo es cuanto tengo, cuanto soy y cuanto valgo. Este es el ocaso de mi vida, que contemplo con serenidad. Recuérdame Señor, que he de hacer cuanto pueda para que mi vida sea como un día claro y sin nubes hasta llegar a Ti». Esta virgen fiel y prudente, descansó en el Señor el 9-3-1959, a la edad de 70 años.