Madre Teresa Bañón

Madre Teresa Bañón Amoros, nace en Villena, provincia de Alicante, el 19 de agosto de 1866, hija de José y de Jerónima. Es bautizada al día siguiente, con el nombre de Virtudes.

Pertenece al grupo inicial que dará lugar a nuestra Congregación, tomado el hábito junto a Madre Elisea y las otras seis hermanas, el 6 de marzo de 1891 y profesando el 13 de marzo de 1892.

Aún siendo de las mayores del grupo fundador, no destaca en los momentos iniciales de la Congregación. Pero desde el primero hasta el séptimo capítulo general ejerció el cargo de Consiliaria General. Fue la única de las ocho fundadoras que gozó de larga vida y que ayudó a Madre Elisea en las funciones de gobierno. Fue, a la vez, superiora local de las comunidades de Orihuela, Caudete, El Bonillo, Elda y Cieza, sabiendo ganarse en todas ellas el aprecio de la comunidad y de toda la gente del pueblo, por su carácter abierto y jovial y por la gran caridad con que ejerció su servicio a los enfermos, ancianos y a todos los pobres que requerían su atención y ayuda, mostrándose como una auténtica madre para todos.

Su última comunidad fue la de la Casa Asilo de Cieza, donde falleció el 21 de abril de 1950. El pueblo la sentía como algo propio. Fueron 31 años de servicio (1919-1950), en silenciosa y generosa entrega a los más necesitados y por eso las autoridades locales quisieron, como reconocimiento a tanta dedicación, solicitar al Sr. Gobernador se le concediera el ingreso a la «Orden de Beneficencia», y al Gobierno General de la Congregación que, cuando muriera, fuera enterrada en Cieza. Madre teresa murió antes de recibir dicho reconocimiento civil; pero sí obtuvieron la gracia de que fuera enterrada allí. No sería hasta el 18 de enero de 1992, cuando sus restos fueron trasladados a Orihuela, con ocasión de la Celebración del Centenario de fundación de la Congregación. Su cuerpo está momificado. La flexibilidad de la piel de sus manos, como la placidez de su rostro, impresionó a cuantos fueron testigos del acto de exhumación, para dejarlos donde hoy reposan, junto a Madre Elisea. El sentir unánime de cuantos mas de cerca la trataron, es que «era una santa».

Durante sus 59 años de vida religiosa, Madre Teresa dejó su impronta de servicio y presencia en toda la Congregación. Podemos decir que ella vivió la «espiritualidad de la sal» que da sabor al manjar con su presencia desapercibida, pero real y significativa. Fue una vida sin ruidos, pero muy fecunda.