Circular nº.11

              Dili, 8 de diciembre de 2013

“El ángel contestó a María: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va
a nacer se llamará Hijo de Dios”
(Lc1, 35)

 

Mis queridas Hermanas:

En este ambiente de preparación a las Fiestas de la Natividad del Señor, quiero enviaros mi más cordial y fraterna felicitación, con el sincero deseo de que todas preparemos a Jesús una digna morada en nuestro corazón, pues el que va a nacer es el Emmanuel, el Dios con nosotros.

Como sabéis, Hna. Rita Mª y yo, nos encontramos haciendo la Visita Canónica a las comunidades de Timor-Leste-Kuppang. También para nosotras es una novedad la vivencia de estas entrañables fiestas con las hermanas y hermanos de este país asiático: La riqueza cultural y religiosa que recibimos de ellos, es incalculable, y me parece que estamos como en un hermoso jardín, en el que la variedad de flores con sus diferentes formas, colores y perfumes, contribuyen a su belleza.

El misterio del Dios que viene, y se hace carne en el seno de la Virgen María, nos recuerda nuevamente que nada es imposible para Dios y que los trabajos apostólicos hechos e inspirados por el Espíritu del Señor, forman a Jesucristo en cada corazón, como lo hizo en el seno de la Virgen María. Es fundamental dejarnos modelar por el Espíritu, para que nuestra entrega no sea estéril. Que no tengamos que decir con el salmista: “…en nada y vacío he gastado mis fuerzas”. Si estamos atentas a vivir, dejándonos modelar por el Dios que nos llamó a la vida, y en ella a entregarnos al seguimiento de Jesús con radicalidad, no podemos malgastarla en pequeñas cosas, que solo conducen a reducir nuestra hermosa llamada, a “un estado de vida”, en el que tenemos pocas razones de esperanza para ofrecer a nuestros hermanos, que tanto sufren de una u otra forma, las catástrofes naturales, la soledad, las penurias económicas, el desarraigo de su país de origen, de su familia… Creo que el Señor nos está haciendo una fuerte llamada a renovar la esperanza y a ser instrumentos de la ternura y misericordia de Dios Padre, como tantas veces nos repite nuestro Santo Padre Francisco.

Durante estos meses que estamos compartiendo nuestra vida con las diferentes comunidades, palpamos la gran generosidad de nuestras hermanas en su entrega para dar a conocer a Jesucristo y ser, como María, portadoras de este tesoro que es Dios mismo. Nos sentimos felices de ver su sencillez y disponibilidad para meterse de lleno en su entorno y ser, con su presencia, signos del amor y cercanía de Dios para nuestros hermanos más pobres. Me parece que vamos a vivir unas Fiestas de Navidad, cálidas en todos los sentidos, pero particularmente en el hecho de ver que el “Dios- con- nosotros”, está muy palpable y se nos hace más evidente el reconocerlo, dónde se comparte con sencillez, entrega, y gozosa esperanza.

Confiemos, en la fuerza del Espíritu que hace nuevas todas las cosas, y también en nosotras hará fructificar nuestra entrega, si como María, nuestra Madre y Hermana, nos abrimos a su acción fecunda.

 ¡¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO 2014!!

Con mi cariño y oración,