Circular nº. 15

Madrid, 8 de septiembre de 2014

 

“El anhelo de vivir en obsequio de Jesucristo e imitar a
María nuestra Madre y Hermana, nos lleva a entregarnos más
plenamente a los hermanos, siendo  para ellos lugar de encuentro
y comunión con el Dios vivo y verdadero”

(Presentación Doc. Asamblea General 2014)

 

Queridas Hermanas:

Con gran alegría me dirijo a cada una de vosotras, después de haber vivido el encuentro de fraternidad y comunión, que ha supuesto la experiencia de la participación en la VII Asamblea General. Pronto podréis tener en vuestras manos el Documento Final emanado de dicha Asamblea, en el que se nos marcan las Pistas de Futuro, por dónde el Espíritu nos impulsa a vivir el próximo trienio.

Quisiera que en cada Región de la Congregación y en cada Comunidad, acogierais ese Documento con ánimo de colaborar para hacer vida lo que allí se nos indica: tiene una iluminación preciosa que nos puede ayudar a vislumbrar lo que hemos vivido y que cada una de las hermanas representantes de las diferentes fusiones y las Superioras Regionales, os comunicarán haciéndoos partícipes de la vivencia y de los trabajos realizados.

Ante la novedad que cada día nos depara, y los cambios que en muchas Regiones y Comunidades se han producido, es importante asumir con generosidad y espíritu de fe las responsabilidades que se nos han encomendado, pues en definitiva lo que todas pretendemos es servir al Señor y a nuestra Congregación con alegría y discernimiento ante las necesidades del mundo y de la Iglesia, siendo “Testigos de la Esperanza y de la Ternura de Dios” y enraizadas en nuestro carisma, como don que se nos ha dado para compartirlo con los hermanos.

Volviendo al Documento Final de la Asamblea, hay muchos mensajes hermosos, pero quisiera hacer mención de uno que a todas nos impactó de forma especial, y en el que el Santo Padre insiste mucho a los consagrados: “Que volvamos al primer amor”, a seguir al Señor sin condiciones y con generosidad total, ya que en aquel momento, le entregamos el corazón sin hacer preguntas, solo fiándonos de Él, porque nos amó primero, y experimentamos en nuestras vidas que solo con un SÍ sin condiciones, merecía la pena poner nuestra persona a su servicio. Desde la relación íntima con Jesús, siendo mujeres orantes, podemos avivar ese “primer amor” al que se nos llama: si no hay relación cotidiana con Aquel que amamos, se nos enfría el corazón y todo discernimiento, vida comunitaria, servicio apostólico, animación vocacional… quedaría en algo vacío y sin consistencia. Es el Señor, vivo en cada una de nosotras y en nuestras comunidades, quien debe animar y sostener nuestra entrega.

Que el Señor, con su poderosa fuerza, nos ayude en esta nueva etapa que vamos a comenzar, poniendo nuestros deseos y proyectos en el corazón de Nuestra Santísima Madre del Carmen.

Con mi cariño y oración,