Circular nº. 16

Baní, 8 de diciembre de 2014

 

“¡Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y
gózate de todo corazón, Jerusalén…! El Señor será el rey
de Israel en medio de ti, y ya no temerás… El Señor se
goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo
como en día de fiesta” (Sof. 3, 14-18a)

Queridas Hermanas:

Desde la República Dominicana, donde me encuentro realizando la Visita Canónica a nuestras Comunidades, acompañada de Hna. Mª del Carmen Hernández, Vicaria General, y ya en los hermosos días del adviento, en los que pregustamos y anhelamos la venida del Señor, me pongo en comunicación con vosotras y os deseo que este tiempo litúrgico lo vivamos con la mayor interioridad posible, teniendo como icono que nos acompañe durante toda esta trayectoria, a María nuestra Madre: “Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un hijo que se llamará Emmanuel. Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de Él la salvación” (LG. C.8 nº 55).

Creo que esa cita de la Lumen Gentium sobre la Virgen María, nos sitúa perfectamente en las actitudes que hemos de intentar hacer vida en cada una de nosotras, para preparar un lugar en nuestro corazón, digno del Señor que ya está cerca. Continuamente repetimos en la liturgia de estos días, el grito de la Iglesia que clama y parece que quiere adelantar esa venida: ¡Marana tha! ¡Ven, Señor Jesús! Procuremos crecer en esa espera activa, que sabe que el Señor viene, pero que se esfuerza por crear espacios de acogida cálida para todos nuestros hermanos, especialmente para aquellos con los que convivimos cada día; si no nos esforzamos por crecer en humildad y pobreza de corazón, nuestras relaciones no podrán ser lo fraternas que debieran, porque solo cuando hacemos crecer a nuestros hermanos, Cristo crece en nosotros, y esto solo puede hacerse desde la pobreza y la humildad que aprendemos en la escuela de María.

Ella se preparó con inmenso amor, con fe y esperanza firmes, para acoger a Aquel que había sido anunciado por los profetas desde antiguo y que la “humilde esclava del Señor” recibió por el anuncio de Gabriel, sin comprender lo que sucedería, pero fiándose totalmente de su Dios. Por eso, con el profeta Sofonías, nos unimos a su exclamación “regocíjate,  Hija de Sión…El Señor se complace en ti…” y esto precisamente, por su disponibilidad, pobreza y humildad.

Este tiempo de preparación a la Navidad es de profundo gozo, pues las promesas de Dios se cumplen, liberando a su pueblo de toda opresión de esclavitud y pecado, por el consentimiento de la Virgen a su proyecto sobre Ella. Seguramente también Dios tiene su sueño de transformar el mundo más humano, contando con nuestra colaboración. Es importante no refugiarnos en nuestros

rincones cómodos y cálidos, olvidando las necesidades apremiantes de nuestros hermanos. Solo saliendo al encuentro del que tiene necesidad, de cualquier clase que ésta sea, tendremos en nuestro interior una fuente de profundo gozo. Si nos miramos a nosotras mismas, a nuestras pequeñas necesidades, nuestra vida quedará estéril y vacía: seamos generosas en la entrega.

Que el tiempo que se aproxima de la Natividad del Señor, nos ayude a estar en “actitud de salida”, como nos urge el Papa Francisco, para ir al encuentro de nuestros hermanos: solo esto será para nosotras fuente de gozo y fecundidad.

Que María, la Madre de la Esperanza, nos conceda la disponibilidad y el espíritu de acogida a los planes de Dios que ella siempre tuvo.

¡¡FELIZ NAVIDAD!!

 

Con mi cariño y oración,