Circular nº. 2

Madrid, 8 de diciembre de 2011

                                                                                                             

“Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros,
y hemos visto su gloria” Jn 1,14

Queridas hermanas:

En pleno tiempo de adviento, y con la alegría de encontrarnos en este alto en el camino que nos presenta la Iglesia con la a celebración litúrgica de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, quiero comunicarme con vosotras para desearos que el Espíritu que llenó de gracia a nuestra Madre, prepare nuestros corazones para acogerle desde la fe y el amor, y avive en nosotras el deseo de salir al encuentro del Señor.

Son muchas las razones por las que quiero compartir con cada una las experiencias vividas en mi visita a las comunidades de Rwanda: la primera y principal, es la gran misericordia que el Señor está teniendo con la Congregación al acrecentar la entrega y el número de sus hijas. El grupo de hermanas de esta Vicaría, tan lejana y a la vez tan dentro de nuestros corazones, es un estímulo para mí, por su generosidad y disponibilidad al Señor a pesar de las dificultades con las que se encuentran cada día. Sus vidas nos ayudan experimentar la cercanía de nuestro Dios, su proximidad que nos hace exclamar, como tan repetidamente oímos en su Palabra durante este tiempo, “el Señor está cerca, no os inquietéis por nada”. Todo ello nos lleva a abandonarnos en los brazos de nuestro Padre con total confianza y, como la Virgen, entregarnos enteramente a Él, sin reservas ni condiciones. Igualmente la vida sencilla y pobre de tantos hermanos nuestros, nos ayuda a vivir con mayor desprendimiento y nos enseña a darnos con lo que somos y tenemos.

En este tiempo, en el que nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, es necesario mirarnos por dentro y “ver con los ojos del corazón”: cómo estamos de generosidad, de alegre esperanza, de anhelo por la venida del Señor; si la celebración de estas fiestas nos lleva a compartir un poco más con tantos hermanos nuestros que lo están pasando mal; con tantas familias, en las que muchos de sus miembros no tienen trabajo ni perspectivas de encontrarlo, con tantos pueblos que carecen de paz y sufren injustamente… Si todo esto nos toca el alma e intentamos poner nuestro granito de arena, podremos celebrar la navidad, pues Jesús al encarnarse, no se hizo ajeno a nada de lo que es humano. Necesitamos gritar ¡Marana tha!, ¡ven, Señor, Jesús!  Dios no puede dejar de escuchar nuestro clamor por su venida. Cada una de nosotras, desde la misión que la Congregación nos ha confiado, podemos hacer mucho para que el mundo sea más humano, intentando vivir con fidelidad la llamada del Señor. Nadie puede decir que su vida es inútil o sin sentido, pues basta con poner amor en lo que somos, hacemos o sufrimos. Basta con mirar la cueva de Belén para percatarnos de lo importante que es para Dios todo lo que aparentemente no tiene sentido; todo lo que es pobre, humilde, sin relevancia…Es un misterio incomprensible de Amor. Nuestros ojos están acostumbrados a mirar sin dificultad lo que brilla y triunfa; aquello que es pequeño y débil, nos resulta más difícil valorarlo, pero Dios tiene una escala de valores diferente a la nuestra.

Vivamos este tiempo, como un regalo que Señor nos da para confiar más en El, y como María, creer que para Dios, nada hay imposible. Ella que lo sintió vivo en sus entrañas, nos haga experimentar la felicidad de tenerlo vivo y actuante en nuestro corazón, y que como los Magos de Oriente, seamos luz que ilumine nuestro pequeño mundo con su Luz. Que cada una de nuestras comunidades sean las primeras que reciban el don de nuestro amor y de nuestra entrega y de este modo ser signo de que Dios ha venido a visitarnos.         

Que el Señor nos conceda una Santa Fiesta de Navidad y próspero Año Nuevo 2012. ¡¡MUCHAS FELICIDADES!!

Con mi cariño y oración.