Circular nº. 20

Madrid, 8 de septiembre de 2015

                “Celebremos con gozo el nacimiento
de Santa María, para que interceda por
nosotros ante nuestro Señor Jesucristo”

(Ant. de laudes de la natividad de la Virgen)

 


Queridas Hermanas:

Después de pasar estos últimos meses, en los que hemos gozado de un espacio de mayor tranquilidad y sosiego para dedicarlo al Señor, a la relación familiar y fraterna y al descanso personal, deseo ponerme en comunicación con vosotras por medio de Vínculo, igualmente, espero que este curso que estamos comenzando, sea un nuevo impulso de entrega en la misión, como cauce de un mayor compromiso con el Señor y con los hermanos, en los que siempre hemos de descubrir su rostro con mirada tierna y misericordiosa.

Durante estos meses, en muchos lugares se han realizado campamentos de niños y adolescentes, peregrinaciones de jóvenes y adultos, escuelas de verano, campos de trabajo en diversos ámbitos, ayuda a los más desfavorecidos… Han sido actividades llenas de contenido evangelizador y que repercuten en el crecimiento humano y espiritual de las personas que participan en ellas, transmitiendo muchos valores, especialmente de solidaridad y entrega, a la vez, muchas de ellas, con un componente lúdico que les ayuda a vivir gozosamente estas experiencias. Gracias a las hermanas y colaboradores laicos carmelitas, que con tanto cariño, esfuerzo y dedicación, han empleado su tiempo y su persona al servicio de los demás.

También este día en el que publico la circular, celebramos un hermoso acontecimiento: “La Natividad de la Santísima Virgen María”. Por medio de Ella nos vinieron todas las bendiciones en Cristo y queremos que nuestra vida sea una ofrenda de gratitud a Dios por el regalo que nos ha hecho de su Madre. A María confiamos lo mejor que el Señor ha puesto en nuestras manos: los ancianos que cuidamos con tanto amor y entrega; los jóvenes que necesitan apoyo, estímulo y modelos de referencia; los niños en lo que todo es transparencia y ternura… y tantos y tantos hermanos a los que llega la acción misericordiosa de Dios, a través de nuestras personas, débiles, sí, pero que con su gracia y la ayuda maternal de María, queremos ser una mano acogedora y fraterna, llena del amor que Cristo mostraba a los más necesitados de su tiempo, curándolos, acogiéndolos, enseñándolos… en definitiva, haciéndoles partícipes del anuncio del Reino.

Os animo a que esta nueva etapa que el Señor nos concede en nuestra vida, la vivamos en plenitud, aceptando las limitaciones propias, también las enfermedades y problemas: todo es gracia y repercute en bien de los que aman a Dios (Cfr. Rom 8,28). Estimulémonos unas a otras en el servicio y entrega a los demás y en el olvido de sí, a ejemplo de la Virgen cuya vida es, para cada una de nosotras, el espejo donde nos debemos mirar para agradar al Señor.

Que María, la mujer de la entrega total a los planes de su Señor, nos ayude en nuestro camino de discípulas en su seguimiento. 

Con mi cariño y oración,