Circular nº. 23

Orihuela, 27 de Marzo de 2016

“Quédate con nosotros, la tarde está cayendo.
¿Cómo te encontraremos al declinar el día, si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros, la mesa está servida,
Caliente el pan y envejecido el vino”.

         (Himno de la liturgia de las Horas)

Queridas Hermanas:

¡¡Cristo ha Resucitado, alegrémonos y gocemos y démosle gracias!! Con estas palabras de júbilo, quiero compartir con vosotras esta experiencia pascual que nos llega a todos los cristianos a lo más profundo del alma, y que es la que da sentido a nuestra fe, según las palabras del Apóstol.

En primer lugar quiero agradeceros a todas las muestras de cercanía y fraternidad que nos habéis hecho llegar durante la visita a Indonesia, especialmente durante la enfermedad de Hna. Rita María. Gracias a Dios y a las oraciones de todas, el proceso fue normal y la tenemos entre nosotras recuperada. También quiero compartiros la fraternidad e interés de nuestras hermanas de Indonesia, de las Hermanas de la Misericordia, a quienes pertenece el hospital donde la hermana estuvo ingresada, y al doctor Eric Rahardi, quienes se desvivieron en todo momento y nos trataron como si fuéramos de la familia. Que el Señor les recompense todo el bien que nos han hecho.

Ya de nuevo en España, quiero compartir la “Pascua” que ha sido para mi esta visita a la Vicaría “Mater et Decor Carmeli” de Indonesia, y el paso por la Vicaría “Estrella del Mar” de TimorLeste-Kupang. Vemos cómo las hermanas van creciendo y asumiendo muchas responsabilidades pastorales, y es un gozo constatar cómo son valoradas a nivel de Iglesia: continuamente hay solicitudes de nuestra presencia en distintos lugares, y esto es un signo de la entrega de nuestras hermanas y el testimonio de su vida consagrada a Dios y a los más necesitados. En esta alegría nos vemos todas incluidas, pues cada una desde su lugar, ora, se sacrifica y entrega, y sabemos, que lo que pase en cualquier sitio donde la Congregación esté presente, repercute en todas como miembros de una misma familia convocada por el Señor.Por todo ello lo alabamos y bendecimos porque experimentamos su presencia alentadora que no nos abandona, que hace camino junto a nosotras y que su gracia siempre nos precede y acompaña.

Como los discípulos de Emaús, al encontrarnos con el Resucitado, queremos que permanezca con nosotros, y le ofrecemos nuestra pobreza, pero llena de amor y cariño: “Señor el pan está cliente y el vino envejecido”; queremos convencerlo de que no se vaya, y con ingenuidad le mostramos que merece la pena quedarse con nosotros: hay algo hermoso por lo que merece la pena permanecer en nuestra casa: el compartir lo que tenemos… y también el saber que lo necesitamos para continuar en el camino. Él se queda, pero los signos de su presencia son nuestros hermanos más necesitados, con los que hemos de compartir y entregar la vida.

Que en este Año Jubilar, la misericordia del Señor habite en nuestra casa y experimentaremos que Él está con nosotros, porque queremos ser signos de su entrega hasta el final y rostros de su amor misericordioso.

Un fuerte abrazo y ¡¡feliz Pascua de resurrección!!