Madrid, 31 de marzo de 2013
“Oh Dios, enciende en nosotros durante estas
fiestas pascuales, un deseo tan grande del
cielo, que podamos llegar con corazón limpio a
las fiestas de la eterna luz” (Vigilia Pascual,
oración de bendición del fuego)
Mis queridas Hermanas:
¡¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!!
Deseo que estos días, llenos de luz y de gozo, nos impulsen a ser portadoras creíbles de la fe, don de Dios, que la Iglesia nos ha transmitido acogiéndonos en su seno.
Durante estos días pasados, hemos vivido muchos acontecimientos de gracia, por los que el Señor se nos ha mostrado muy cercano y lleno de amor . En particular me refiero a la elección de nuestro Santo Padre Francisco: en sus gestos profundamente evangélicos, podemos descubrir el rostro de Jesús, “que pasó haciendo el bien”. Pidamos por él, por el ministerio que Dios le ha confiado de pastorear a la Iglesia universal y ser signo de su amor para todo hombre de buena voluntad. El Espíritu del Señor, no deja de sorprendernos dándonos muestras de que es Él quien sostiene, guía y acompaña a su Iglesia, derramando sobre ella su infinito amor. Igualmente reiteramos nuestra gratitud y oración por el Santo Padre emérito, Benedicto XVI.
Creo que en este tiempo pascual, en el que se nos pide vivir con mayor profundidad y plenitud la experiencia de la fe en el resucitado, hemos de estar atentas a su paso por nuestras vidas y las de nuestros hermanos. Muchas veces el ajetreo del camino, nos impide descubrir y reconocer que nuestra marcha no es en solitario, que Alguien más grande que nosotros mismos nos acompaña y hace camino a nuestro lado; que nos parte y reparte el pan, que hace arder nuestro corazón y lo impulsa en un renovado sí, que se traduce en un compartir lo que somos y tenemos con los que más lo necesitan. Es un tiempo en el que hemos de dejar que Jesús pronuncie de nuevo, como tantas veces, nuestro nombre, y al reconocer su voz, como María Magdalena, sepamos descubrirle como el Señor de nuestras vidas. Y también que confesemos, como Pedro que le amamos a pesar de nuestros límites. Él, con su infinita misericordia, llegará más allá de nuestras pobres fuerzas y purificará nuestras acciones, para que nuestros hermanos puedan descubrir que está presente en su iglesia, a través de nuestra entrega y de nuestro amor, “en eso conocerán que sois discípulos míos, si os amáis”.
En esta fiesta, llenas de luz y de gozo, también agradecemos a Jesús yEn esta fiesta, llenas de luz y de gozo, también agradecemos a Jesús y a nuestra Santísima Madre, el haber experimentado su ayuda y fortaleza durante los meses pasados, en los que un buen número de hermanas han sufrido intervenciones quirúrgicas muy complicadas, y de las que se están recuperando satisfactoriamente. Sigamos pidiendo con insistencia al Señor por su total restablecimiento.
Que este Año de la Fe, nos ayude a vivir con mayor empeño nuestra fidelidad a Dios a través de nuestros compromisos como consagradas, y estemos expectantes, como María, a la venida del Espíritu, que derramará con abundancia sus dones, para que nuestra entrega sea cada vez más generosa.
¡Muchas felicidades en este tiempo pascual!
Con mi cariño y oración,