Las Hermanas de la comunidad de Casa Madre queremos ser expresión viva de la unidad de la Congregación. Fieles a esta misión y a nuestra consagración religiosa, siguiendo a Cristo, con un proyecto de vida común, según los rasgos específicos de nuestro carisma, prestamos especial atención a nuestras Hermanas mayores y enfermas, cuidándolas con amor y respeto, según la caridad nos exige. Además estamos abiertas a todas las personas, especialmente hermanas que vienen a vernos o a estar unos días en nuestra casa, prestándoles una esperada acogida, apertura y disponibilidad, siendo sembradoras de alegría y esperanza.

La fidelidad de nuestros compromisos como personas consagradas se verifica por la autenticidad de nuestra vida fraterna en común y se comprueba por la gozosa sencillez con la que todas nos esforzamos en vivir nuestra propia vocación, siendo la oración, que nos lleva a una profunda experiencia de Dios, nuestra principal fuente de plenitud, que nos hace descubrir el rostro de Dios en el corazón de todas las personas y en los acontecimientos.

A través de nuestro estilo de vida contemplativo, sencillo, fraterno, austero y solidario, participamos de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas con quienes nos relacionamos, siendo para ellas signo profético del amor misericordioso del Padre. Esta actitud nos lleva a insertarnos en la realidad que nos rodea y a colaborar en lo que podamos, según nuestras posibilidades.

Debido a la pandemia que estamos viviendo, las actividades que realizamos fuera de la comunidad se han visto limitadas al máximo y solo una hermana sigue dando la comunión a los enfermos. También estamos atentas a las necesidades de las familias que nos rodean y les ayudamos en lo que podemos.

En cuanto esta situación pase, se volverán a retomar las actividades que se tenían en las parroquias de Santiago y de las Santas Justa y Rufina, estando abiertas a otras necesidades que puedan surgir y que precisen de nuestra colaboración. Además de la Comunión a los enfermos, que se sigue haciendo, se ayudaba los domingos en la liturgia de la Eucaristía, se impartía catequesis de Primera Comunión, se asistían a reuniones parroquiales e interparroquiales, incluido el Consejo Parroquial de las santas Justa y Rufina, que es la parroquia a la que pertenece la comunidad. Asimismo se colaboraba en Cáritas parroquial e interparroquial y las hermanas que podían y tenían buena voz, pertenecían al coro parroquial.

Enero 2021

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El viajero que se acerca a Orihuela y pregunta por la Casa Madre queda gratamente sorprendido, porque no necesita de otra indicación para localizar el complejo conventual, en el que viven más de medio centenar de Hermanas terciarias de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, congregación nacida en la pasada centuria en Caudete (Albacete) y hoy extendida por diversos continentes. Son menos ya los que conocen que la llamada Casa Madre fue un convento de frailes carmelitas, a cuya historia brevemente vamos a intentar aproximarnos en las páginas que siguen.

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